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Real Characters

Este es el tercer año de esta iniciativa de Metro

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En busca de resaltar el legado de los ancianos, Metro, en alianza con Arteaga & Arteaga y Gustazos, presenta la edición especial “Real Characters, letras por un cambio”. La iniciativa persigue perpetuar los trazos de las personas de edad avanzada convirtiendo su escritura en tipografías únicas y plasmándolas en letras, con el propósito de destacar sus vidas y crear conciencia sobre la importancia de no olvidarnos de nuestros ancianos. Visitamos el hogar Edad Dorada Posada de Amor, en Guaynabo, donde cuatro de sus residentes nos contaron sus historias, anécdotas y algunos secretos mientras inmortalizaban sus letras. Puedes aportar al hogar de las protagonistas de la iniciativa y contribuir a perpetuar sus huellas adquiriendo las letras e instalándolas en tu computadora.

Nota de la editora

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Por tercer año consecutivo presentamos el proyecto “Real Characters, letras para un cambio”, con que el que apoyamos a personas de mayor edad, al tiempo que concienciamos sobre la importancia de no condenar al olvido a nuestros adultos mayores.

La mecánica es sencilla: cuatro residentes del Hogar Posada de Amor nos prestaron sus letras para integrarlas al periódico. Con ellas escribimos los titules de nuestra edición de hoy. Asimismo, los auspiciadores de esta iniciativa utilizan sus letras para la publicidad. Un porcentaje de las ventas de esta edición se destinará a mejoras al Hogar Posada de Amor.

Real Characters: Letras por un cambio Real Characters: Letras por un cambio

Te invitamos a conocer las historias de nuestras artistas gráficas en esta edición especial.

Eleonora Cuevas

Amante de letras y emociones. Así se puede describir a Eleonora, a quien cariñosamente llaman Nora. La escritura, ópera, poesía y cantar música popular son algunas de sus pasiones que involucran trazos de palabras.

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Criada en Mayagüez y educada en la Academia La Inmaculada Concepción, también “adora los animales”, gusto que desarrolló mientras laboraba en un pet shop. Según contó, su amor hacia las mascotas era tanto que le trajo algunas contrariedades, pues “no tolera el maltrato animal”. A lo largo de su vida, que comenzó en enero de 1932, aparte de su gran familia, tuvo perros y gatos. Hace un tiempo enviudó y ahora, a sus 85 años, ya tiene tataranietos y no deja atrás su carisma y simpatía.

Gloria Rosario

La primera mujer nacida en un hospital de Ponce es Gloria. La calma y la sencillez caracterizan a esta dama, nacida en mayo de 1930. Entre sus pocas palabras esconde su peculiar interés por la moda.

Aunque la mayor parte de  su juventud y adultez fue ama de casa, en un momento dado trabajó en una fábrica donde hacía ropa de hombre. Allí desarrolló su afición por los textiles. “Todavía hago un gabán, camisa y pantalón”, aseguró. Creció en Ponce. Tuvo dos hijos, a quienes identificó como “unos amores”. Actualmente, tiene 87 años, le gusta comer y la tranquilidad.

Justa Laguna

Una imborrable sonrisa dibuja el rostro de Justa. Nacida en agosto de 1924, es la mayor de 19 hermanos, en su mayoría mujeres.

Al igual que su madre, tías y algunas hermanas, dedicó gran parte de su vida a la costura. Trajes, blusas y pantalones eran parte de sus confecciones, además de trabajar en una fábrica de sostenes.

Hoy, a sus 93 años y con sus labios pintados, supera cualquier limitación, pues con su sentido del humor se gana las sonrisas de los más serios. Le gusta coser, bailar, comer y hacer chistes.

Carmen Ferrer Díaz

Con aún metas académicas en su mente, Carmen es una educadora innata. A sus 87 años todavía sueña con hacer su doctorado y volver a recorrer los pasillos de la Universidad de Puerto Rico, que “tanto ama”.

Nació en septiembre de 1929 y dedicó gran parte de su vida profesional a los estudios hasta completar una maestría en Educación en la Universidad de Nueva York (NYU). Maestra, supervisora y educadora por vocación, sorprende a cualquiera con su conocimiento y vivacidad.

Uno de sus hijos falleció, pero la vida le regaló cuatro nietos y dos bisnietos. En una de sus anécdotas, recordó cuando iba de paseo con uno de sus nietos, que ahora es militar, pero en ese entonces tenía cinco años y le dijo: “Abuela, te quiero más que ese mar y ese cielo”.

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