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Deportistas buscan aliento en unos Juegos sin público

"Es la parte más difícil de la competencia", narró un atleta estadounidense.

El carismático gimnasta estadounidense Sam Mikulak dio algunos giros sobre las barras paralelas, tuvo una salida perfecta y mandó un beso a las cámaras. Aquellos que veían las competencias olímpicas de gimnasia masculina por televisión sabían que acababan de presenciar algo mágico.

“¡Hermoso!” exclamó el comentarista por televisión. “¡Wow, eso fue fantástico!”.

Pero alrededor de Mikulak, las bancas de madera con capacidad para miles de personas estaban prácticamente vacías. Los aplausos estallaron en un extremo de las gradas, donde Simone Biles y el resto del equipo femenino estadounidense gritaron lo más fuerte que pudieron para romper el silencio dentro de la arena.

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En los estadios de todo Tokio, los deportistas acostumbrados a alimentarse de las ovaciones de la multitud buscan alguna manera de sentir el entusiasmo olímpico.

Se apoyan unos a otros lo más fuerte que pueden. Algunos intentan imaginarse a los aficionados en casa, sentados en el sofá y viendo la televisión. Entrenan con la música a todo volumen. Los pocos afortunados a los que se les permite competir con audífonos mantienen sus teléfonos en el bolsillo, reproduciendo canciones con cierto ritmo que les permita reemplazar el ruido del público.

Pero otros quedaron sorprendidos al encontrar motivación en el silencio — como un día más de entrenamiento y no la competencia más prestigiosa del mundo. Para ellos, el vacío entume los nervios y les permite concentrarse por completo en su disciplina.

“No está mal”, dijo Mikulak, en sus terceros Juegos Olímpicos y cuya rutina en las barras paralelas lo llevó a las finales. No los siente del todo como unos Juegos Olímpicos, pero cuando tuvo esa salida perfecta y escuchó los aplausos de su equipo, fue más que suficiente para él.

Creamos nuestra propia burbuja. Tenemos nuestra propia porra”, comentó. “Creamos nuestro propio ambiente. Ahí es cuando prosperamos, alentándonos unos a otros”.

Al día siguiente devolvieron el favor. El equipo de gimnasia masculino de Estados Unidos acudió a las gradas ondeando una bandera y alentando a gritos a sus compañeras antes de que el silencio volviera a apoderarse del estadio, como los demás en toda la capital japonesa.

En la sede de remo de Sea Forest Waterway, las tribunas que se extienden por casi 2,000 metros están vacías hasta llegar a la meta. Los eventos son tan tranquilos que los competidores pueden escuchar el sonido de sus remos y las cientos de banderas nacionales que ondean al ritmo de la brisa en la orilla. Lo que generalmente es un aumento gradual de aplausos y una inyección de adrenalina en los últimos 250 metros fue reemplazado por el sonido de su agitada respiración.

“Cuando cruzas la meta, y te duele todo, y sientes que te vas a desmayar y no escuchas los gritos alentando a tu país, duele un poco más”, dijo la piragüista estadounidense Ellen Tomek, quien se encuentra en su tercera justa olímpica y recordándose constantemente que hay personas que la alientan a miles de kilómetros de distancia. “Todos están apoyándonos, pero cuando más te duele y estas triste, no puedes buscar a tu mamá en las tribunas, eso apesta”.

Otros deportistas también intentan captar la energía de sus aficionados en casa, ausentes en Tokio pero aún alentándolos desde otra parte del mundo.

La gimnasta japonesa Mai Murakami dijo que estaba emocionada de que su país fuera la sede de los Juegos Olímpicos, porque tenía la esperanza de que muchos de sus aficionados pudieran verla en vivo. Cuando se enteró que las competencias se realizarían sin público, quedó devastada.

“Me alimento del público, y eso me motiva”, dijo mediante un traductor. El silencio le causó estragos, señaló, y cometió un error en su rutina en las barras asimétricas. “Esta es mi primera experiencia sin público, y es algo que no había vivido nunca. No podía imaginarme como sería, así que intenté no mostrar ninguna emoción”.

Intentó imaginarse a sus aficionados viéndola por televisión o internet, aplaudiendo su actuación desde distintos puntos de la ciudad. Eso la consoló.

En el silencio de la pista de skate, el estadounidense Jagger Eaton encontró la manera de subirse el ánimo en el teléfono que ocasionalmente buscaba en su bolsillo derecho durante su competencia para cambiar de música. A diferencia de otros deportistas, a ellos se les permite aislarse del ruido exterior utilizando audífonos durante sus pruebas. Eaton eligió la canción “Rollin N Controllin” del rapero Dusty Locane para impulsarse en la primera justa olímpica de skate en la historia, la prueba de calle.

“Me puso en ambiente”, dijo Eaton, quien pasó problemas para patinar sin público. “Por eso utilizaba los audífonos. Cuando los uso, puedo crear mi propio ambiente”.

Pero otros se sorprendieron encontrando paz en el silencio — y una mayor conexión con su deporte de la que suelen sentir cuando la presión aumenta.

“Normalmente, al llegar a la meta, cuando la clasificación está en juego, el ruido es ensordecedor”, dijo la piragüista estadounidense Michelle Sechser. “Es la parte más difícil de la competencia. El corazón se te quiere salir del pecho, las piernas se te doblan, la respiración se acelera. Y en un silencio absoluto, se siente casi como un nirvana”.

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