La tecnología dio paso a la denominada Era Analítica en el béisbol y ahora tiene en jaque al deporte. AJ Hinch, Alex Cora y Carlos Beltrán han pagado los platos ratos. Tres managers despedidos en un lapso de 72 vertiginosas horas esta semana.
¿Hay más tramposos que desenmascarar? ¿Cuál será el siguiente capítulo en un deporte que forcejea entre toda la innovación y la paranoia?
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Las salas de video y cuevas ahora son monitoreadas por las Grandes Ligas, de la misma manera que los supervisores velan las aulas para impedir que los estudiantes hagan trampa. Los teléfonos en las bancas y bullpens también son vigilados, muestra que la oficina del comisionado quiere asegurarse de que se respetan las reglas. El año pasado se ordenó que la señal de televisión en los camerinos tenga un retraso de al menos 8 segundos para prevenir que alguien logre descifrar señales instantáneamente.
¿Se debe prohibir a los bateadores analizar sus turnos durante el juego? Desde luego, si es para detectar fallos en su mecánica. Pero al mismo tiempo podrían detectar una secuencia en los dedos de los receptores para adivinar el pitcheo que recibirán.
Son algunas de las interrogantes que los ejecutivos de MLB en sus nuevos despachos en el Rockefeller Center analizan al aproximarse la pretemporada. La decisión del comisionado Rob Manfred de suspender por una temporada a Hinch y al gerente general de Houston Jeff Luhnow puso de manifiesto severas repercusiones.
“Es un problema serio para el béisbol, la convergencia de la tecnología y un juego ancestral. Me parece que a este acto de trampa — y esto claramente fue trampa — hay que afrontarlo con firmeza”, afirmó el excomisionado Fay Vincent. “La tecnología plantea un reto al igual que una oportunidad, y me resulta evidente que hacer trampa es algo que se ha convertido habitual en nuestra cultura, y es una buena señal para el béisbol cuando se afirma que no vamos a tolerarlo”.
Las formaciones especiales, swings altos y constantes cambios de pitchers pasaron a ser la norma en el béisbol durante la pasada década, una en la que los expertos en datos prevalecieron sobre los scouts. La paranoia proliferó por el miedo de que el rival había encontrado la fórmula para ganar títulos, cumpliendo las reglas o no
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Inquietos por el declive de la concurrencia a los estadios, recriminaciones de equipos que no dan pelea para reconfigurarse desde cero, los juegos de duración eterna y el predominio tedioso de los ponches, bases por bolas y jonrones, los ejecutivos buscan cómo frenar a gente muy competitiva en un deporte que mueve millones de dólares — todos tratando de encontrar un mínimo de margen de ventaja para alcanzar la cúspide.
La decisión de Hinch de no ordenarle a los jugadores de los Astros que dejaran de robar señas le costó el puesto, y Manfred puso en duda la queja de Luhnow de que no tenía conocimiento de lo que pasaba. Cora fue el coach de banca de Houston en 2017 y Beltrán era el jugador más veterano de ese equipo, alguien que buscaba un último momento de gloria a los 40 años de edad y en su 20ma temporada en las mayores, recompensada con su primer anillo de campeón.
Pero su participación como líderes les pasó factura, ambos identificado por Manfred como responsable. Cora pasó a ser el manager de Boston y lideró a los Medias Rojas al campeonato de la Serie Mundial de 2018. Beltrán fue contratado por los Mets en noviembre. Cuando el pitcher de Oakland Mike Fiers reveló ese mismo mes a The Athletic el ardid de robo de señas cuando formó parte de los Astros, acabó cargándose al 10% de los managers de las mayores, y destapó una ambición desmedida que acabó como mancha.
“Ese tipo de conducta es inaceptable”, dijo el presidente de los Medias Rojas Tom Werner.
Boston despidió a Cora al día siguiente del reporte de Manfred. “Fue una decisión fácil para los Medias Rojas y para Alex”, dijo el presidente del club Sam Kennedy.
Mientras que Cora podría ser sancionado por sus actos en Houston, Beltrán no fue castigado por ser un jugador al momento de la transgresión, no como uno de los jefes. Los ejecutivos de los Mets demoraron su decisión hasta el jueves, sumiéndose en la incertidumbre.
“Que quede claro, ha sido algo difícil para todos los involucrados”, manifestó el gerente general Brodie Van Wagenen.
Los algoritmos han dado pie a una obsesión con la velocidad, los giros de los envíos de los lanzadores y los ángulos de contacto propiciaron la aparición de dispositivos manuales para medirlo todo. Los equipos temen que son espiados con lentes de largo alcance. Se rumorea que hay equipos que escudriñan los camerinos cuando juegan de visitante, recelosos de la presencia de aparatos de escucha.
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