José Martínez Ortiz observa detenidamente a su hijo Juan José mientras el chamaquito de 13 años le explica a Metro cómo fue que se introdujo a temprana edad al mundo del pico y las espuelas. Para José ver a su hijo en acción es como regresar el tiempo o algo así como mirarse en un espejo.
“Pai’ me levantaba de madrugá pa’ bregar con los gallos y salir a cazarlos como a las cuatro de la mañana en la gallera. En aquel entonces se cazaban a esa hora y después uno pasaba el día completo por allá”, recordó. “Yo tenía como cinco años cuando comencé a acompañarlo a las galleras y desde entonces aquí estamos. Ahora le toca al chiquito (Juan José) seguir con esto, que es una cosa que no se puede explicar bien, porque lo sentimos demasiado, lo llevamos adentro”, dijo.
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A unos pasos de José, don Juan Martínez , abuelo del chamaco de 13, observa con detenimiento a los dos herederos de la tradición familiar que ya va por la cuarta generación. Y claro, don Juan Martínez –segundo en esa cadena generacional– también habló.
“Cuando yo tenía diez o 12 años ya a mí me interesaban los gallos de pelea. Eso viene por sangre, porque mi papá jugaba gallos también y, pues, me interesé. Perdí dos años en la escuela superior por andar detrás de los gallos. Mami me sacaba de la gallera. Y entonces ahí empecé yo a buscar gallos de pelea para castar, hasta que a los 15 años ya estaba envuelto en el deporte, cuidaba gallos y los echaba a pelear”, contó.
Para don Juan Martínez la pasión por el llamado ‘Deporte Rey’ forma parte de un instinto natural que lo condujo, desde jovencito, a formarse culturalmente en el ambiente gallero, espacio que al sol de hoy considera sagrado.
“Por eso es que dicen que uno lleva esto en la sangre. Es una tradición que viene desde los tiempos de España, ellos fueron los que trajeron aquí ese deporte. Uno lo lleva en la sangre, en el instinto. Igual que el hijo mío, igual que el nieto mío, que también le gustaron los gallos. O sea, no hay una explicación científica para decir que uno se mete a los gallos por alguna razón. Es que uno lo lleva adentro”, manifestó.
Sobre la posibilidad de que las peleas de gallos sean prohibidas por el Congreso de Estados Unidos mediante el proyecto HR 4202 que pretende la aplicación del Animal Welfare Act en los territorios, don Juan no titubeó para sentenciar su oposición a las intenciones del gobierno norteamericano.
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“No, yo creo que no deben hacerlo, porque los gallos pelean por instinto. Si tu sueltas unos gallos en un patio no tienes que cucarlos ni echarlos a pelear. Ellos van a pelear desde pollitos. Desde que nacen ellos empiezan a pelear unos con otros [y por eso] hay que separarlos y mantenerlos siempre separados”, afirmó.
Igualmente, el mayor de los tres galleros de la banca Martínez dejó clara su sentencia final.
“Para cuando el huracán [María] yo metí mis gallos dentro de mi casa para protegerlos. Uno los protege, aquí no hay maltrato ninguno. Peor es cuando tú tienes un perro en tu casa amarra’o con una cadena que, por más que tu lo cuides, no está libre. Los gallos de pelea, si tú los sueltas, se matan los unos a los otros”, puntualizó, justo antes de que cantara un gallo.