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Países del Golfo Pérsico buscan dominar el mercado futbolístico

La verdadera prueba del poder en esta intrigante rivalidad futbolística entre las ricas naciones petroleras del Golfo se definirá en la Liga de Campeones

Fútbol AP (Claude Paris/AP)

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La supremacía del fútbol entre las naciones se definirá en 2018, aunque tal vez no como se esperaría.

La Copa Mundial sigue siendo la máxima competición deportiva y Rusia, en medio de sus escándalos de dopaje y controversias geopolíticas, abrirá sus puertas como nunca para dar la bienvenida a miles de aficionados.

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Cuando el torneo alcance su clímax el 15 de julio en Moscú, la entrega del trofeo a la selección campeona será vista por la mayor audiencia televisiva global.

¿Se convertirá Alemania en el primer equipo que refrende el título después de que Brasil lo logró en 1962? ¿Podrá Neymar guiar a Brasil a la conquista histórica de seis Copas del Mundo? ¿Podrán algunos jugadores que han tenido espectaculares logros individuales durante una década como —Cristiano Ronald (Portugal) y Lionel Messi (Argentina)— convertirse finalmente en campeones mundiales?

Sin embargo, en 2017 se hizo evidente que brillar en la Copa Mundial ya no es el único medio —ni el favorito— con el que algunos países pueden validar su categoría o poderío en el deporte más popular del mundo.

Claro, eso no es ningún consuelo para Italia, Holanda y Estados Unidos que no clasificaron a Rusia 2018.

Los equipos con financiamiento de estados del Golfo Pérsico han comenzado a reconfigurar el panorama futbolístico internacional y su influencia alcanzó nuevas alturas en el último año.

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Justo cuando Catar y Emiratos Árabes Unidos protagonizaban una crisis diplomática, sus sectores futboleros se disputaban los máximos talentos en el mercado de transferencias.

Solamente el Manchester City, propiedad de Abu Dhabi de los EAU, y el París Saint-Germain, financiado por Catar que organizará al Copa del Mundo en 2022, gastaron 300 millones de dólares en el verano durante el periodo de transferencias.

La mayor inversión la hizo el PSG, que canalizó más del doble que el fichaje previo más caro para llevarse a Neymar por 222 millones de euros (263 millones de dólares), una ganancia inesperada para Barcelona, en un trato que patentizó los cambios en los poderes futboleros.

Tanto el PSG y el City han dominado a sus rivales en las ligas francesa e inglesa respectivamente y tienen con qué revalidar sus coronas.

La verdadera prueba del poder en esta intrigante rivalidad futbolística entre las ricas naciones petroleras del Golfo se definirá en la Liga de Campeones.

La competencia fue ganada tres de las últimas cuatro ocasiones por Real Madrid, que ahora está en el camino del PSG para alcanzar los cuartos de final en marzo.

Madrid y Barcelona continúan bajo control de sus aficionados, una estructura capaz de resistir adquisiciones extranjeras, aunque ambos conjuntos han aceptado patrocinios de Catar o los EAU.

La futura capacidad de inversión de las fuerzas emergentes en el PSG y el Manchester City se definirán en los próximos meses.

Por muy ricos que sean los propietarios, las inversiones sin límites continúan sujetas a restricciones oficiales a menudo en un intento desesperado para mantener un equilibrio competitivo en los torneos e impedir la acumulación de jugadores.

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