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Iván Rodríguez llega a Cooperstown

El boricua sacó de out a más de 600 hombres que intentaron robar base

Iván Rodríguez

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NUEVA YORK – Iván Rodríguez la considera como su jugada favorita, y también puede ser descrita como emblemática de la carrera del receptor puertorriqueño.

Era la parte baja del tercer inning del primer juego de la Serie Mundial de 2003 en el Yankee Stadium. El anfitrión Nueva York había empatado el partido 1-1 frente a los Marlins de Florida, el equipo de Rodríguez. Con dos outs, Nick Johnson esperaba ser remolcado desde tercera base cuando Hideki Matsui fue a batear frente a Brad Penny.

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La amenaza se disipó y el inning terminó con un tiro de Rodríguez a la antesala, en perfecta sincronización con su compañero Mike Lowell. El disparo fue tan fulminante que Johnson quedó paralizado, tratando de gatear de vuelta a la almohadilla.

“Fue una tremenda jugada, especialmente con dos outs, con el miedo de que la bola se vaya al outfield”, evocó Rodríguez sobre la clásica secuencia. “Yo siempre fui un cátcher que nunca tuvo miedo de tirar, que nunca tuve miedo de hacer una jugada. Por eso hice tanta varias jugadas en mi carrera, porque no tenía ese miedo de hacer un error”.

En 21 temporadas en las Grandes Ligas, la mayoría de ellas con los Rangers de Texas, Rodríguez infundió pánico a los corredores rivales por su brazo, sacando de out a 661 que intentaron robar base — el 46 por ciento.

Es el dueño de los récords de las mayores en juegos como receptor (2.427) y outs consumados (12.376). Nadie le supera en la posición con sus 13 Guantes de Oro. También fue temible a la ofensiva, siete veces premiado con un Bate de Plate, acumulando un promedio de .296 con 311 jonrones. Obtuvo el galardón al Más Valioso de la Liga Americana en 1999.

No causa sorpresa alguna que “Pudge” —el apodo que le puso un coach de los Rangers— sea apenas el segundo cátcher que entra al Salón de la Fama del Béisbol tras su primera votación, emulando a su ídolo Johnny Bench, el ex astro de los Rojos de Cincinnati.

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Rodríguez ingresará el domingo al nicho de Cooperstown junto a Tim Raines y Jeff Bagwell, los otros dos que fueron elegidos por la Asociación de Cronistas de Béisbol de Norteamérica. Bud Selig, comisionado de Grandes Ligas entre 1992 y 2015, y el ejecutivo John Schuerholz, también serán exaltados tras ser elegidos por un comité de veteranos.

“Es algo que se da una vez, así que voy a disfrutarlo lo más posible”, afirmó Rodríguez en una reciente teleconferencia del Salón de la Fama.

Con 45 años, Rodríguez se convertirá en el más joven de los miembros vivientes en el Salón de la Fama.

Será el cuarto puertorriqueño con una placa en el museo situado en el norte del estado de Nueva York, uniéndose al extinto Roberto Clemente, Orlando Cepeda y Roberto Alomar.

“Es un orgullo grandísimo. Ser un puertorriqueño de corazón y venir de una isla tan pequeña y tener a cuatro ‘Hall of Famers’”, destacó Rodríguez.

Pero volviendo a ese 2003, el año de su única temporada con los Marlins y su único campeonato de la Serie Mundial.

Llegó a Miami luego que los Rangers decidieron no ofrecerle un nuevo contrato. Aceptó una oferta de 10 millones de dólares y un año con los Marlins, pasando a ser el líder de un equipo con un juvenil grupos de lanzadores como Josh Beckett, Dontrelle Willis y Penny.

“Fue la clave de que los Marlins quedaran campeones”, comentó Ozzie Guillén, el venezolano que fue el coach de tercera base de ese equipo dirigido por Jack McKeon. “Se puso al equipo sobre los hombros”.

No es una exageración.

Un sencillo de dos carreras de Rodríguez en el 11mo inning volteó el marcador y sentenció la victoria en el tercer juego de la serie divisional contra los Gigantes de San Francisco. Al día siguiente, retuvo la bola para el último out del cuarto partido, resistiendo la embestida de un J.T. Snow que buscaba anotar la carrera del empate. Esa secuencia produjo otra imagen famosa del receptor, festejando eufórico mientras mostraba la pelota al público. Fue el más jugador más valioso de la serie de campeonato de la Liga Nacional contra los Cachorros de Chicago, en la que impulsó 10 carreras en siete partidos.

“Fue mi ejemplo. Hacía cosas que te ponían los pelos de punta”, destacó Yadier Molina, el cátcher puertorriqueño de los Cardenales de San Luis que con ocho Guantes de Oro ha sido el receptor más destacado de la última década.

Pero hay un aspecto que no pasa inadvertido en cuanto a los tres peloteros que serán exaltados: las drogas.

Raines ha reconocido que una vez se zambulló de cabeza para no romper la vial con cocaína que llevaba en los pantalones de su uniforme y debió testificar ante un jurado investigador dentro de un caso de distribución de drogas en 1985.

Tanto Rodríguez como Bagwell cayeron bajo sospecha en la era de los esteroides. Rodríguez quedó salpicado cuando José Canseco, su compañero de los Rangers publicó un libro en 2005, en el que aseguró que le enseñó al boricua cómo inyectarse esteroides. Aunque no dio positivo en controles, Bagwell fue objeto de especulaciones por el arco de su carrera —de solo 30 jonrones en tres campañas en las menores a un total de 449 con Houston entre 1991-2005.

Rodríguez negó el consumo de sustancias para mejorar el rendimiento cuando se le preguntó al respecto tras el anuncio de la votación en enero: “Siempre jugué de la manera correcta”, dijo.

En una autobiografía que sale a la venta la próxima semana, Rodríguez se refiere en el primer capítulo a las revelaciones de Canseco.

“Hay mucha desinformación y una cacería de brujas cuando se trata de esa era. Solo porque José Canseco escribió algo en un libro, eso se convierte en un hecho”, expone Rodríguez.

Todo jugador de esa era entiende que los cuestionamientos son insalvables.

“Fue la era que nos tocó jugar y fue entretenida”, comentó Bagwell. “Obviamente, algunas cosas se salieron de control un poco. Pero afortunadamente para mí, esa no es mi decisión”.

Y es así que las percepciones han ido cambiado. Mike Piazza, otro jugador marcado por sospechas, fue elegido el año pasado. Barry Bonds, líder histórico de jonrones, y Roger Clemens, el pitcher más laureado de la era, repuntaron en la última votación.

“Somos un museo. Lo que hacemos es preservar la historia del béisbol”, dijo Jane Forbes Clark, la directora ejecutiva del Salón de la Fama. “Estamos contando la historia de la era de los esteroides de la misma forma como contamos la historia de cualquier otra era en el béisbol”.

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