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Opinión de Julio Rivera Saniel: ¿Analfabetas funcionales?

Lee la columna de opinión del periodista de Julio Rivera Saniel

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Esta semana miles de estudiantes del sistema privado comienzan sus clases. En breve harán lo propio otros tantos en nuestro sistema público. Pero este comienzo arrastra una carga  muy pesada. Tanto que si no se atiende de manera adecuada, podría terminar aplastando a toda una generación de puertorriqueños. Esos miles, en su mayor parte, enfrentan enormes rezagos educativos.
Primero, se refleja en los 24 mil alumnos que fracasaron en el semestre que culminó en verano de 2021.  Pero incluso entre aquellos que pasaron de grado. Muchos -la mayor parte- han pasado de grado, pero haberlo hecho no supone que dominen las destrezas propias de sus grados. Conocedores del proceso educativo afirman que aun habiendo pasado con muy buenas notas los grados previos, miles de nuestros estudiantes de ambos sistemas muestran enormes lagunas cortesía de una malísima racha. Primero los terremotos del Sur y luego casi dos años de un proceso atropellado de educación a distancia que primero luchó con la desigualdad en el acceso a la tecnología y más tarde con buscar maneras efectivas de educar sin el contacto persona a persona. El efecto es evidente y basta con hablar con padres de niños expuestos a este escenario tan complicado. Muchos aún no dominan las destrezas básicas de lectura y ese dato ha sido confirmado por el propio Departamento de Educación en sus pruebas diagnósticas. Y como quien no puede leer no puede progresar adecuadamente en el resto de los escenarios escolares, imagine usted el alcance de esos rezagos.
Esta racha también ha tenido la virtud de revelarnos la indolencia de la desigualdad económica. Todos muestran rezagos, pero en el saldo los rezagos son mayores entre quienes tienen menor poder adquisitivo.
Ahora la pregunta es, en medio de nuestro escenario de austeridad permanente, ¿el Estado identificará los recursos económicos necesarios para combatir estos rezagos con urgencia? Aunque de entrada el Departamento de Educación ya ha diagnosticado a los estudiantes, no queda clara cuál será la fórmula para combatir esos rezagos cuanto antes. Lo único que ha quedado claro de la estrategia es la apuesta a campamentos dentro del escenario escolar. Pero, ¿después qué? ¿Se extenderá el calendario escolar? ¿Se acogerá la recomendación de reducir el número de estudiantes por salón para promover una educación más personalizada? ¿Se ajustará el currículo para adaptarlo a la realidad de ese estudiante rezagado por la pandemia? Ya el Banco Mundial ha advertido a los países del mundo que si no invierten con urgencia en programas remediativos, el impacto en el capital humano a largo plazo será devastador. Porque los rezagos heredados del proceso escolar acompañarán a esos alumnos durante la vida universitaria y su entrada al mundo profesional. Todavía recuerdo cómo al inicio de esta pandemia hace 2 años, la expresidenta de la Asociación de Maestros, Aida Díaz soltaba en medio de una entrevista que le realicé en radio unas palabras dolorosas, pero incluso proféticas. “Si no trabajamos para identificar y atacar los rezagos que dejará la pandemia estaremos ante una generación de analfabetas funcionales”. El tiempo de actuar es limitado.Toca actuar ya. Por nuestros niños y por el futuro de lo que nos queda de país.

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