Estados Unidos ha hecho de todo por doblegarlo, injuriarlo, vilificarlo, y ahora sabemos por Yahoo News que sus agencias de inteligencia intentaron secuestrarlo y asesinarlo. ¿Qué hizo Julian Assange para merecerse este despliegue inusitado de persecuciones contra un periodista? La respuesta corta: decir la verdad. La respuesta larga: decir la verdad de cara a un país que invadió dos países con excusas falsas o manipuladas, al precio de miles de vidas y miles de millones de dólares malgastados, sin contar los mutilados y el desasosiego que han sufrido millones de personas en el mundo a causa de esas guerras.
Lo que expuso Assange (y Chelsea Manning, entre otros) son pruebas contundentes de los crímenes de guerra de Estados Unidos. Para la experta en política exterior y profesora de la Universidad de Nueva York, Hannah Gurman, las filtraciones hechas hace once años constituyeron el inicio de una nueva era. “2010 es el comienzo. Se abren las puertas a nuevas filtraciones masivas que demuestran que gobiernos y grandes corporaciones no deberían tener tantos secretos ocultos”, señala la investigadora.
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¿Qué pasó entonces? Wikileaks, encabezada por Assange, hace públicos cuatrocientos mil reportes sobre la guerra de Irak, 90,000 sobre la guerra en Afganistán, 800 desde la prisión de Guantánamo y más de 250,000 cables diplomáticos redactados en varias partes del mundo, según reporta la BBC.
A esa nueva tradición periodística debemos en parte la legitimidad que gozan investigaciones como los “Panamá Papers”. ¿Por qué entonces estos últimos periodistas no son perseguidos? Al parecer, porque no es lo mismo uno, dos o cien millonarios corruptos y al desnudo que todo un imperio.
En Londres se lleva a cabo en este instante una vista de extradición contra Assange. Estados Unidos quiere enjuiciarlo e impedir sobre todo que el sistema judicial británico rectifique y lo deje en libertad.
En las guerras, suele decirse, la primera víctima es la verdad. En el caso de Estados Unidos, al parecer, no hay descanso. Vemos ahora el caso de Assange, antes el de Manning. En estos días precisamente se despeja todo el misterio que rodean las manipulaciones que hace Facebook para profundizar las adicciones a las redes y enriquecerse de la manera más inescrupulosa. Revelaciones que han llevado a ciertos poderes a velar más y mejor por el control de la información, no necesariamente a la rectificación.
Acá, la vergüenza ajena grita. El mismo día en que se entregan los premios a la excelencia periodística, El Nuevo Día publica una portada en la que encumbra, sin ningún pudor, la versión de una sola parte de la “opinión pública” en torno al llamado Plan de Ajuste. Cuando más importa, solo escuchamos la voz o el eco de los buitres. Del balance periodístico, la defensa de la población trabajadora y la suerte de la juventud universitaria y los jubilados, nada o casi nada. Lo que abona a la ya conocida dictadura informativa existente en Puerto Rico.
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Y pregunto: ¿Cómo en Puerto Rico podemos reivindicar la trayectoria de periodistas y comunicadores como Julian Assange? Se me ocurre que instituyendo un premio que lleve su nombre. Y al mismo tiempo, en forma separada –para no mezclar la crítica con la emoción de un justo reconocimiento– otorgar un “Cerdo de Oro” a la publicación o contenido que menos represente o que más degrade la función de una comunicación y un periodismo saludable o genuino.
El Cerdo de Oro, fundado por Feministas en Marcha en 1983, era el premio que el feminismo puertorriqueño otorgaba a la campaña publicitaria en prensa, radio o televisión que más degradara a la mujer. Pensemos en algo parecido. ¡Rescatémoslo para hacer crítica del periodismo y la comunicación!
Publicado originalmente en: correointerior.blogspot.com
Referencias:
Kidnapping, assassination and a London shoot-out: Inside the CIA’s secret war plans against WikiLeaks
Julian Assange: así fue la gran filtración de documentos clasificados en 2010 por la que EE.UU. pide la extradición del fundador de WikiLeaks