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Opinión de Julio Rivera Saniel: Les empeñamos su futuro

Lee la columna de opinión del periodista Julio Rivera Saniel

Por estos días repasaba el contenido de una de esas entrevistas mañaneras que realizo desde mi programa radial. Poco después de terminar la emisión diaria despedí a mi hija con un beso antes de que partiera a la escuela y al mirarla no pude evitar la angustia. Les empeñamos su futuro.

Lo hemos hecho con la suya y con otras generaciones de nacidos en esta tierra para quienes generaciones previas no han hecho otra cosa que dejarles las migajas del país que por derecho debía tocarles. Les dejamos una deuda insostenible. Años y años de esa política asqueante que movida por el voto incauto y el deseo del poder por el poder mismo tomó prestado bajo la premisa de que “la última la paga el diablo”. Con ese dinero no solo no solidificaron las bases de nuestra estructura gubernamental, sino que la destruyeron.

Por décadas no ha habido un plan de desarrollo económico coherente. En su lugar una lluvia de parches mal puestos que ya se han quedado sin adhesivo. Ahora se negocia un plan de reducción que nos deja pagando más del doble de lo que los expertos aseguran (y los proponentes no refutan) que podemos pagar. Con un estimado de $600 millones anuales como máximo disponible para pagar la deuda todos los años, el plan que empuja LA Junta nos pone a pagar casi $ mil millones. ¿De dónde sacaremos los casi $1,400 que nos faltarán todos los años para poder pagar? La Junta no explica. La Legislatura nos dice que le demos un voto de confianza. Que debemos “confiar”. Pero, ¿tienen números para contestar de dónde sacaremos el dinero que resta? Ninguno. Más fondos federales y “legislación que será aprobada” es la respuesta común. A mi me huele a más impuestos en todos los renglones. Futuras generaciones con su futuro empeñado para el pago de una deuda insostenible. Eso o largarse abrumados por el peso de una deuda que no pidieron pagar.

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De fondo, un país empequeñecido por la migración. Según el Censo de los Estados Unidos, unas 190 mil personas emigraron después del huracán María y cuatro años después no han regresado. Y aunque las políticas públicas hablan de intentar hacerles regresar, esa intención que llena algunas estrofas en los planes de gobierno de los partidos se queda en nada a la hora de la ejecución. ¿Por qué querría volver alguien cuando vivimos en un país que se intercambia los sombreros de la crisis? Si no es la luz que se va, es la luz que aumenta en la factura..Los impuestos incrementan pero no así los servicios porque, una vez más, el dinero se lo chupa el tubo de la deuda que debemos pagar a toda costa. Aun cuando hacerlo nos deja con un Gobierno inoperante. Aumenta el crimen pero no tenemos suficientes policías. La Junta no autoriza contratar más y mucho menos aumentarles sus salarios. Aumenta la crisis social, pero tenemos 1,500 trabajadores menos que hace una década. La Junta no nos deja contratar más aunque hacerlo sería indispensable para poder investigar adecuadamente querellas de maltratos como aquella del niño que fue asesinado bajo el cuidado de su padre. Las acciones correctivas se limitan a referir a Justicia a los trabajadores sociales sobrecargados de casos que trabajan 40 expedientes por persona, no tienen vehículos para investigar querellas, usan sus propios carros para emergencia sociales y cobran una miseria.Hay una crisis de médicos especialistas. No se consiguen, no porque no graduamos (se gradúan cientos cada año) sino porque los planes médicos no quieren contratarlos. Pero los partidos principales, que reciben miles en aportaciones de los ejecutivos de esos planes para sus campañas políticas, no mueven un dedo para atender el asunto. Y nuestra gente muere esperando por meses una cita con un especialista. Los estudiantes enfrentan probablemente el rezago académico más grande de la historia, pero todavía queremos cerrar escuelas. Más de las cientos ya cerradas y que ahora se han convertido en enormes estorbos públicos. Adentro, sabandijas y caballos. Afuera, comunidades escolares diezmadas, sedientas de ser adecuadamente educadas.

La infraestructura eléctrica es solo un despojo de lo que antes fue. Un daño autoinfligido provocado por los recortes presupuestarios provocados por una quiebra inducida por la mala administración. Luego, una entidad privada que administra nuestros bienes, no aporta ninguno de los suyos y, de paso, aumenta la factura de luz. La misma que había que bajar porque “la factura era muy alta para promover el desarrollo económico”. Si con “aquellos costos”era difícil incentivar la inversión, no hay que ser un genio para anticipar que con los actuales y la creciente inestabilidad del sistema será misión imposible.

¿Así queremos que quienes se fueron regresen? ¿Así queremos evitar que el éxodo continúe? Intento ser optimista pero no lo consigo. No lo merecemos. Quienes heredarán el país, mucho menos.

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