Muchos cambios sociales y políticos ocurren antes de que sean asimilados por las institucioness. Esos cambios, esos avances en la historia se logran a través de luchas, manifestaciones, huelgas, protestas y revoluciones (como la francesa y la norteamericana). Así los pueblos logran superar prejuicios, estigmas y discriminación, muchas veces antes de que se adopten los cambios formalmente. Las ciencias descubren, reconocen y también provocan cambios importantes en la sociedad. Así se confirmó, científicamente, que las mujeres no son inferiores a los hombres, que las personas negras no son inferiores a otras con tez de colores distintos, que la orientación sexual y las identidades de género no son condiciones de salud que haya que tratar o curar. Estos cambios se van integrado formalmente en las estructuras sociales, aunque muchas veces con lentitud insoportable.
Aun cuando esos cambios se incorporan formalmente para prohibir el discrimen y el odio por orientación sexual o identidad de género, por ejemplo, los sectores más conservadores socialmente resisten. Los sectores fundamentalistas y antiderechos no solo resisten los avances sociales, sino que se organizan para impulsar el retroceso, para revertir conquistas democráticas. La ofensiva reaccionaria cuenta con portavoces como la senadora Joanne Rodríguez Veve para negar la ciencia, para promover los prejuicios y el odio, para bloquear la equidad. Su discurso es paradójico: predica la libertad individual como fundamento para privarnos de nuestras libertades democráticas.
La Orden General 600-630 de la Policía de Puerto Rico dispone que distinguir, diferenciar o tratar de forma desigual a una persona por motivo de su orientación sexual, identidad de género o expresión de género es discrimen y está prohibido. Por eso, cada vez que la senadora distingue a una persona trans y la diferencia de las demás, cuando la trata de una forma distinta y desigual, incita al odio y, como hemos visto en la prensa, también a la violencia. Que nuestro amor radical erradique el odio.