En algún punto de tu vida sucederá, tendrás que hacerlo y realmente no será fácil. Tienes la opción de no hacerlo claro, pero es decidir vivir con el resentimiento. Es similar a tomar un veneno esperando que tenga su efecto en otro. Pesa, atrasa y bloquea bendiciones. Hay emociones que nos hacen sentir libres, empoderados y felices… otras pesan y nos recuerdan todo lo que está mal a nuestro alrededor.
¿Sabes de que estoy hablando? Posiblemente sí… se trata del perdón.
PUBLICIDAD
Muchos estamos mal informados, el perdón se trata de mucho más que seis letras. El perdón no es algo que le damos a otros diciéndoles que el dolor que nos causaron estuvo bien, o que “no pasa nada” … “no fue tan grave”, “puedes volverlo hacer”. Es algo que nos regalamos a nosotros mismos, es regalarnos paz. Es abrir espacio a cosas nuevas y fluir. Sucede que reprimir emociones no es algo sano para nadie, suéltalo. Perdonar es rechazar un paquete que no te pertenece. Perdonar no significa que todo seguirá siendo como antes, es reescribir tu propia historia.
Lo que sucede es que cuando decidimos apegarnos al dolor que nos causo, nos aferramos a esa historia y lo convertimos parte de nuestra identidad… ¿Qué pasa con esto? Te atrasa, te aguanta, te des empodera y en cierta manera apaga esa luz que llevas por dentro. Tu no eres tus circunstancias, tu poder no recae en lo que sentiste, tu no eres tus pensamientos ni tampoco tus emociones. Son pasajeras, déjalas que vivan a través de ti sin apegos. Es más fácil dicho que hecho, pero la realidad es que nada es tan personal como parece. Las personas en ocasiones actúan y se comportan conforme a sus patrones, traumas, inseguridades. No se trata de ti, se trata del estado emocional en el que estaban y tu no tienes que cargar con eso. Permítete sentir, pero permítete perdonar para poder seguir adelante y realmente vivir.
Y si lo haces por alguien, hazlo por ti…
