Sería ideal si tanto Puerto Rico como el resto de los Estados Unidos pudiera alcanzar la inmunidad colectiva con solo incentivos de vacunación como boletos para conciertos y eventos deportivos, artículos para el hogar, entre otros. Es reconocido que a mucha de nuestra gente no les gusta que les digan lo que tienen que hacer, y, a su vez, los funcionarios públicos casi siempre prefieren incentivar a tener que castigar. Algunos incluso ven los mandatos de vacunas como contrarios a las libertades de criterio que se pregonan bajo la bandera americana y que son parte fundamental de nuestra fibra como sociedad.
Hoy en día, las tasas de vacunación se están estancando en muchas áreas de los Estados Unidos, incluida Puerto Rico, y ahora casi todas las muertes por COVID-19 se encuentran entre los no vacunados.
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Algunos estados se han aventurado a hacer rifas y ofrecer premios en un intento de atraer a las personas para que se vacunen. Esos son incentivos que promueven una conducta proactiva. Sin embargo, para que la gente reaccione, hay instancias en que se requiere de castigo, como lo son las multas o la prohibición de participar en cierto tipo de actividades.
Cuando Estados Unidos estaba luchando contra la viruela hace mucho tiempo, para poder llegar a la inmunidad de rebaño se requirieron mandatos bajo los cuales las personas venían obligadas a vacunarse. Para erradicar la poliomielitis, sucedió lo mismo. Casi todas las principales enfermedades infecciosas de la Nación (como sarampión, paperas, rubéola, tos ferina, difteria, etc.) han sido manejadas por medio de mandatos impuestos por las escuelas que hacen de estas vacunas algo obligatorio. El resultado es que la gran mayoría de los niños están vacunados y, con el tiempo, se convierten en adultos vacunados. Así es como el se logra una verdadera inmunidad colectiva.
Sabiendo que este proceso puede tardar décadas y tomando en consideración que el COVID-19 es una emergencia, hay que actuar con carácter de urgencia ya que no podemos darnos el lujo de no lograr la inmunidad colectiva en Puerto Rico. Es por esto que, tomando en consideración que gran parte de la población que resta por vacunarse está concentrada en los grupos más jóvenes, se ha comenzado a discutir la propuesta de que tanto las universidades como las escuelas requieran evidencia de vacunación para que los estudiantes puedan participar de educación de modo presencial.
Las escuelas quieren volver a aulas llenas, comedores concurridos y una vida vibrante en el campus. Las universidades quieren que los estudiantes puedan discurrir por cada campus sin limitaciones ni necesidad de mascarilla, que puedan ir a los eventos deportivos de sus respectivos equipos, a eventos multitudinarios e incluso fiestas sin temor a brotes. La única forma de hacerlo es lograr altos niveles de inmunidad. La única manera de hacerlo de forma rápida y segura es mediante la vacunación obligatoria.
Habrá rechazo a este tipo de mandatos. Pero es importante entender que los mandatos no significan que las personas serán obligadas a vacunarse en contra de su voluntad, sino que se le prohibirá participar de cierto tipo de actividades.
Y debe, además, haber exenciones a los mandatos de vacunas. Algunas personas no pueden vacunarse por motivos médicos. Otros tienen objeciones religiosas y tales exenciones están protegidas tanto por la ley como por la costumbre. Todos deberíamos estar cómodos con eso. Para lograr la inmunidad colectiva, incluso para erradicar enfermedades, no necesitamos tasas de vacunación del 100 por ciento. Solo necesitamos llegar a niveles lo suficientemente altos para que aquellos que son inmunes protejan a los que no lo son.