Hijo mío, hoy me dirijo a ti con la inmensa tristeza que estoy seguro sienten miles de padres y madres en Puerto Rico. Los horrendos crímenes de dos mujeres a manos de personas a quienes una vez le entregaron su amor y confianza nos dejan un sentimiento de indignación e impotencia difícil de describir.
Una relación de pareja nos permite compartir alegrías, penas, logros, fracasos y sueños de uno y del otro. La oportunidad que te brinda esa persona de compartir vida juntos es un privilegio que tienes que valorar y proteger siempre. Esa persona no merece menos de ti. Ahora bien, ese privilegio te impone la responsabilidad de respetarla sobre todas las cosas. Honra ese privilegio acompañándola en sus sueños y compartiendo los tuyos. El que ella comparta su vida contigo es su decisión; no la tuya. Sobre lo que sí puedes decidir es sobre tu deseo o no de continuar compartiendo tu vida con ella. Nunca olvides que no es tu propiedad, que viven una relación de iguales y que, aunque habrá momentos difíciles, nunca hay razón para faltarle el respeto y mucho menos para hacerle daño. Eso espera ella de ti. Eso espero yo de ti.
Ahora bien, a veces las relaciones terminan o las cosas no irán bien. Así es la vida. Y es en ese momento cuando todos sabremos quién eres en realidad. Es en ese momento que lo que has aprendido en casa estará a prueba. Hijo mío, ama intensamente a tu pareja y, cuando las cosas anden mal, hazle saber con tus actos que no se equivocó el día que decidió confiar en ti. Eso no significa que las cosas siempre se arreglarán y que la relación jamás terminará. Significa que no importa lo que suceda, ella tendrá en ti un hombre que la respeta. Prométeme que guardarás esta carta para que algún día mis nietos la apliquen en su vida y no sea necesario que los tuyos tengan que leerla. Cuando no sea necesario leerla más, dejaremos de llorar a Keishla, a Andrea y a tantísimas otras víctimas. Estoy seguro de que cuento contigo para que no tengamos ni una más, ni una menos. ¡Te amo!