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Opinión de Alejandro Figueroa: Hagamos fila, esperemos por nuestro turno

Lee la columna de opinión del abogado estadista Alejandro Figueroa

Alejandro Figueroa Metro PR

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Hacer fila y esperar por nuestro turno, ya sea en un restaurante, en una farmacia o supermercado, en un concierto o en un cine, puede ser tedioso y en muchas ocasiones puede hacernos perder la paciencia. Sin embargo, lo que está en juego es crítico cuando ese comportamiento implica la espera en el proceso de vacunación de COVID-19. El brincar de turno para evitar la ansiedad simplemente podría alargar la espera para una persona mucho más vulnerable a los riesgos que representa el COVID-19..

A medida que el proceso de la vacunación acelera, algunas personas están jugando con el sistema. Los jóvenes y muchas personas saludables están encontrando formas de vacunarse, mientras que muchas personas mayores con cuadros clínicos frágiles aún no logran vacunarse por diversidad de razones.

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La necesidad que sienten algunos de maniobrar para lograr acortar su espera en la fila no es sorprendente. La pandemia ha agotado la paciencia de todos. La gente está harta de trabajar desde casa, o no trabajar en absoluto, con una cifra nacional de muertos por COVID-19 que ahora supera los 525.000 a nivel nacional, todo el mundo quiere volver a algún tipo de normalidad.

En nuestra isla, las métricas de la pandemia han sido alentadoras. El martes, los funcionarios estatales informaron 120 nuevos casos de COVID-19 y 1 muerte. Eso está muy lejos de mediados de noviembre cuando los casos alcanzaron la marca de sobre 1,000 y las muertes llegaban a decenas durante el segundo aumento.

En cuanto al proceso de vacunación, mellado López informó que hasta la fecha se han distribuido 900 mil dosis y tienen registradas 567,813 dosis. Las dosis vivas ultra congeladas son 80 mil listas para ser distribuidas.

Al día de hoy, sobre 190,000 adultos mayores han sido vacunados, más de 5,000 en égidas, más de 5,000 encamados, y sobre 65,000 en facilidades de cuidado prolongado, unas 2,750 personas con discapacidad intelectual, 95,000 empleados del sistema de educación, unos 19,000 de la población correccional.

Mantener ese impulso en el buen camino significa mantener las máscaras puestas, mantener el distanciamiento social en las tiendas, restaurantes y los entornos públicos y esperar su turno para la vacuna. La demanda aún supera a la oferta, por lo que es fundamental que los ancianos y las personas con problemas de salud subyacentes sigan siendo la prioridad.

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Algunas farmacias y sitios de vacunación han estado distribuyendo vacunas que se acercan a su fecha de vencimiento a personas que aún no son elegibles, pensando que es mejor recibir esa dosis en el brazo de alguien en lugar de desperdiciarla. Esto es cierto, pero el mejor enfoque podría ser establecer listas de espera de fácil acceso para que las personas que son elegibles ahora obtengan la primera oportunidad con esas dosis, incluso a el último minuto.

En resumidas cuentas, el llamado es a que no se haga trampa, que no se juegue con el sistema para lograr adelantar su turno en la fila. Cada persona joven y saludable que recibe una dosis podría estar obligando a un anciano con menos capacidad de movilidad a esperar. Perder el cumpleaños de otro nieto. Saludar a través de la ventana en lugar de sentir un abrazo de un ser querido. Simplemente no lo debemos hacerlo ni debemos permitirlo.

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