En febrero de 2017, a pocos horas del nacimiento de mi hija, escribía una columna que terminé bautizando “Bienvenida”. Un escrito nacido del cansancio y esa borrachera de emociones que embarga a quienes se convierten en padres. Un paseo anímico entre la euforia de la llegada y las preocupaciones sobre los retos de formar a una persona en medio de momentos difíciles. Y mi hija, como el resto de los nacidos en estas últimas dos décadas, ha llegado en medio de retos, la mayoría de los cuales enfrenta sin plena consciencia. A mi estos años llenos de intensidad se me antojaban entonces como los años definitivos. Donde se cuajarían muchos de los cambios necesarios.Teníamos -pensaba entonces- que echar el resto para que esa generación de puertorriqueños y puertorriqueñas heredara un país de mejores oportunidades. Sigo pensando igual.
Por eso el lunes en medio de la lluvia de declaraciones y reflexiones sobre dónde nos encontramos en medio de una conmemoración más el Día Internacional de la Mujer, no pude evitar sorprenderme de la gran resistencia que aun viven las agendas para lograr que todos y todas, desde nuestras diferencias, tengamos acceso a igualdad de oportunidades y responsabilidades como ciudadanos.
PUBLICIDAD
La semana comenzaba con un crudo recordatorio de que la lucha para erradicar la violencia contra las mujeres tiene aún un largo camino por andar. Por eso se agradece el cambio de discurso. El último cuatrienio parecía un periodo de anclaje en el inmovilismo. Los dos pasados gobernantes (un hombre joven y una mujer) hicieron muy poco para adelantar la lucha para erradicar la violencia de género. Ambos se resistieron a reconocer la existencia de una crisis. Cosa que fue particularmente inexplicable en el caso de la segunda que, no solo es mujer sino que fue fiscal y Procuradora de las Mujeres. El primero erradicó por completo y sin explicación lógica la carta circular de Equidad de Género aprobada un cuatrienio antes y que sentaba las bases para iniciar en las escuelas una educación que erradicaría aquella noción de que niños y niñas no tienen derecho a las mismas oportunidades. Lo peor del caso es que ambas determinaciones no parecían salidas del propio convencimiento sino de la conveniencia electorera.
El actual Gobierno ha dejado aquello atrás. Al menos en el discurso. Casi desde el saque se aceptó el problema de la violencia contra las mujeres y se comenzó a hablar sin problemas de la perspectiva de género. Ahora, el reto será acompañar el discurso con el contenido. Lo que aun está por verse es cuánto de lo que se ha esbozado como discurso se convierte en el establecimiento de políticas públicas que adelanten la agenda pendiente de las mujeres. ? En el discurso se ha asegurado que la educación será una pieza fundamental para combatir el problema. En la practica, aun no se ha dicho con claridad cuando comenzará a implementarse la educación con perspectiva de género en las escuelas. Una de las herramientas identificadas por organismos estudiosos del problema de violencia contra las mujeres como uno de los más efectivos. En el discurso se ha condenado la falta de equidad en el salario. El hecho que mujeres realizando las mismas funciones que los hombres ganen menos dinero. Pero en la practica, al ser preguntado sobre si se sometería legislación especifica para atender el problema, el Gobernador parece haber dejado el asunto en manos de otros -quizá la Legislatura- y ha asegurado no tener problemas con darle luz verde a alguna medida.
Si me pregunta, aun con las contestaciones que aun faltan por ser ofrecidas, el panorama que se vive hoy para lograr cambios -panorama al que se debe incluir la diversidad existente en la legislatura- es por mucho más esperanzador que el de otros momentos de la historia reciente. Por mi hija y por las hijas de todos que no merecen más que un país más justo y lleno de oportunidades, espero no equivocarme.