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Opinión de Julio Rivera Saniel: Y a los turistas, ¿Cuándo los multamos?

Lee la columna de opinión del periodista Julio Rivera Saniel

Casi sin darnos cuenta, esta “realidad alterna” en la que nos hemos tenido que refugiar por causa del COVID-19 está a punto de cumplir un año. Doce meses que nos han probado a todos, poniéndolo todo- eso que conocíamos como la normalidad- a prueba. Hemos hecho ajustes a nuestras vidas –unos con mayor disciplina que otros- y pospuesto nuestros planes. Hemos sido puestos al límite. Tal vez por eso se entienden las reacciones cargadas de indignación y sorpresa cada vez que trascienden instancias en las que visitantes –turistas o residentes- principalmente de los Estados Unidos, violentan las disposiciones de las órdenes ejecutivas que procuran intentar frenar el avance del coronavirus.

Primero pensábamos que el problema era el desconocimiento. Pero en demasiados casos, las constantes violaciones a asuntos tan sencillos como la utilización de una mascarilla, vienen acompañados de reacciones cargadas de prepotencia y de un abierto reto a las autoridades locales. ¿A cuenta de qué?, me he preguntado en más de una ocasión. La vida me ha permitido la oportunidad de viajar a múltiples destinos y vivir fuera de mi país. En ninguna de esas instancias se me habría ocurrido retar  las normas de los países que me acogieron ya bien como estudiante o como visitante. Más aun, estoy seguro que en cualquiera de los casos, una violación de mi parte a normas sociales establecidas en los países visitados habría tenido la consecuencia de “pagar las consecuencias”. Porque una regla basiquita como pocas es que en “casa ajena” se respetan las normas. Póngase usted mismo como ejemplo. ¿Acaso se atreve a violar las normas cuando va de visita a ver a sus familiares o amigos en los Estados Unidos? ¿O cuando va de vacaciones a destinos ajenos a la bandera estadounidense? Seguramente, la respuesta es no.

Sin embargo, muchos de quienes deciden visitarnos, lo hacen. Todo el tiempo. En todas partes. Lo pude constatar durante una corta visita al Viejo San Juan hace unas semanas. Allí era común ver turistas, principalmente estadounidenses, pasearse sin mascarilla y, así sin ella, acudir a negocios para comprar. Imposible levantar la bandera del “yo no sabía” cuando los letreros de “wear a mask” estaban colgados en todas partes. El sábado, el compañero fotoperiodista Carlos Moctezuma dio un recorrido por el área de Condado y con las imágenes captadas por su cámara dejó claro el panorama: era común ver turistas, paseándose por las calles sin el requerido uso de las mascarillas. En uno de los casos, una mujer estadounidense que paseaba unos perros respondió airada al personal de la Guardia Nacional que “como se atrevía a hablarle de ese modo”. El oficial le había solicitado de manera cortés que se pusiera la bendita mascarilla. Después de irse “hablando entre dientes” a pocos pasos de la escena volvió a bajarse la mascarilla, en claro desafío y sin que ello tuviera alguna consecuencia.

Y si el tema es Vieques, la crisis es real. Allí ni el Gobierno central ni el del municipio vigilan la entrada de turistas por avión. Y los turistas, como ha quedado claro en más de una docena de imágenes que se han subido a las redes, agarran la orden ejecutiva y la colocan donde no le da el sol. ¿El común denominador en todos los casos? La impunidad. En ninguna de esas instancias –o en la mayor parte, para no recurrir a generalizaciones- ningún representante del Gobierno ha intervenido no ya para “orientar” sino para multar. Porque si no se tiene la deferencia requerida a las normas locales, tampoco debe tenerse a la hora de hacer valer la disposición. De lo contrario, las órdenes ejecutivas serán poco más que un papel inservible. 

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