El pasado 3 de noviembre voté convencido de que mi voto, junto al de muchos y muchas puertorriqueños/as hartos/as de la corrupción y el desgobierno haría una gran diferencia. Y así fue, el panorama político ha cambiado más allá de lo anticipado por encuestadores y analistas. El derrumbe de la partidocracia se materializa y la kakistocracia que nos gobierna se desenmascara en su desesperación por aferrarse al poder.
No obstante, no me abandona el sentimiento y el pensamiento de que aquí no hay juego limpio. Peor aún, cada día se confirman mis sospechas, y las de muchas/os, de que el partido de gobierno se está robando estas elecciones. Por diseño, con una nueva ley electoral amañada a su antojo, imagen y semejanza, y por hechos, con las tretas y maniobras de viejos zorros en el piso del Coliseo Roberto Clemente manipulando el conteo de votos, el cuadre de actas y el manejo de maletines con papeletas de voto adelantado y ausente. Lo peor es que escucho a algunos analistas decir que ese es el juego electoral y que gana el que tenga la maquinaria más poderosa y experimentada.
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Téngalo claro, si no se garantiza un proceso pulcro, NO HABRÁ GOBIERNO LEGITIMO. Le dije esto a un amigo PNP y me dijo que si no había legitimidad para el gobernador: “ninguno de los electos en la elección [sic] la tendrán, así que sería fútil el avance de los partidos no tradicionales.” Añadió que esta era una oportunidad única para que se pruebe cómo funciona el balance de poderes. Ese será el nuevo mantra de los corruptos: balance de los poderes y la transparencia que nunca ha existido.
En teoría esto sería correcto si los participantes fueran gentes de buena voluntad y cumplieran con las leyes, reglas y códigos de ética establecidos. Pero no es así, nunca ha sido así, y los electos del “PNPPD” son los mismos. Lo que hemos visto en el conteo de votos, y en los arrebatos de poder dentro del PNP y el PPD, es gente luchando por PODER Y PRESUPUESTOS, no por principios de buena gobernanza. La lucha por el control del liderato legislativo no se trata simplemente de egos, ni de protagonismos, se trata, además y principalmente, de presupuestos. El afán del partido de gobierno por proclamar su victoria sobre la alcaldía de San Juan no se trata de una lucha por el bien de la gente de la capital, se trata del control de un presupuesto de $700 millones de dólares, como nos recordó Edwin Mundo cuando dijo en una entrevista televisada que Manuel Natal no tenía experiencia administrando un presupuesto, aunque si como legislador.
Un gobernador con la menor proporción de votos en la historia de los gobernadores electos y el menor número de votos desde don Luis A. Ferré en 1968, que fue secretario de justicia de la administración más corrupta de la historia, abogado de la Junta de Control Fiscal, y usurpador de la gobernación en 2019, reclama una legitimidad que no le otorgan ni los votos ni el proceso de escrutinio.
No, no hay legitimidad, ni credibilidad, ni propósito de cambio, ni de enmienda de la conducta engañosa y fraudulenta que ha caracterizado a la partidocracia por los últimos 50 años. Dos terceras partes de los electores no le cree al gobierno del PNP y otras dos terceras partes no le cree al PPD. Pero una tercera parte de los que votaron no le cree a ninguno y los que no votaron, tampoco les cree o dejó de importarles.
Si quieren tener un gobierno legítimo no bastará con auditorías de agencias del propio gobierno, ni dictámenes de jueces de una judicatura politizada y desacreditada. Si quieren legitimidad, si quieren que les creamos, que recuenten todos los votos uno a uno en los 110 precintos. Si no lo hacen, no habrá legitimidad posible. Y julio de 2019 les parecerá un festival cultural comparado con la furia y la indignación que están engendrando.