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Opinión de Amárilis Pagán: Ahí les dejo ese desastre

Lee la columna de la abogada y portavoz de Matria, Amárilis Pagán.

Una de las frases emblemáticas atribuidas al gobernador Pedro Rosselló y que más marcó mi memoria política fue esa de “Ahí les dejo ese desastre”. Era el año 2000 y nosotras aún no veíamos lo que se nos venía encima. Ahora, 20 años después, la gobernadora Wanda Vázquez no tiene que decirlo para que todas sepamos lo que nos deja y lo que ya se nos vino encima: Una crisis de derechos humanos marcada por medidas de austeridad y una ola de violencia de género. Ambas cosas, entre muchos otros desastres, equivalen a una potencial catástrofe.

Hay quienes anticipan un proceso de transición tranquilo pues, después de todo, es la primera ocasión en que se hace una transición entre dos gobernantes del Partido Nuevo Progresista. La Gobernadora insiste en que no debe haber hallazgos mayores debido a que su gobierno- como los de Franco y Pinochet- es un gobierno de ley y orden. Eso mismo dijo Luis Fortuño del suyo. Esto es preocupante. Parecería querer decirnos, la Gobernadora, que no se debería buscar demasiado. Imagino que para que no encontremos algún nuevo escándalo. Por su parte, el comité de transición de Pedro Pierluisi ha dicho que evaluará las iniciativas del Gobierno de Vázquez que ya están en marcha con la intención de dar continuidad a las que han sido efectivas. También ha dicho que referirá a agencias federales las irregularidades que detecte. No creo que haya alguien- ni del gobierno entrante ni del resto del país- a quien le guste la idea de heredar y perpetuar ese desastre que ella nos deja.

Desde esa perspectiva- de evaluación de acciones y detección de irregularidades- las vistas de transición de este año deberían ser un espacio diferente por muchísimas razones. Hay quien mirará y dirá, “caramba, con los millones de dólares del gobierno federal que recibiremos, hay que ver cómo gastarlos”. Fiesta, piensan. Como pensaron con los fondos ARRA en el año 2009 en un cuatrienio que también era PNP. Sin embargo, la mirada sensata, la que el país debería estar exigiendo es la que se plantee como punto de partida una agenda de equidad.

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¿Una agenda de equidad en unas vistas de transición? ¿Cómo? Las vistas de transición miran presupuestos, evalúan programas, aquilatan los retos que enfrentamos como país. Y dependiendo de la perspectiva que se asuma, se determina qué datos se solicitan y se evalúan. Si la agenda es equivocada y sigue apuntando a fortalecer un sector privado que se ha enriquecido a cuenta de la pobreza del resto, las vistas se centrarán en datos económicos desvinculados de la realidad del país y, por lo tanto, perderemos la oportunidad de generar respuestas gubernamentales a las desigualdades. Si la agenda es de equidad y de derechos humanos, podremos ver en blanco y negro el desastre y enfrentarlo.

Hablar de equidad en el plano gubernamental es hablar de lo que debería ser su razón de ser. Es requerir un análisis ponderado de las causas de las desigualdades y de sus consecuencias y luego proponer y ejecutar medidas que las contrarresten para que toda persona pueda disfrutar de sus derechos humanos, desarrollarse plenamente y vivir en paz. La equidad no es una cosa abstracta (sí, ya lo dije antes). Es realmente una meta con múltiples objetivos medibles tales como elevar el número de viviendas accesibles para familias con ingresos bajos, garantizar pruebas moleculares de COVID 19 a al menos el 75% de la población del país, establecer un sistema de transporte colectivo que enlace los 78 municipios, aumentar el número de personas que completan educación secundaria, garantizar alimentos al 100% de los estudiantes del sistema de educación pública, implementar los currículos educativos con perspectiva de género en al menos el 90% de las escuelas públicas, generar una campaña de prevención de violencia de género que alcance un mercado meta de mujeres y hombres entre los 18 y 35 años, etc, etc, etc… Todo esto abona a la equidad como meta y la equidad es el antídoto a las violencias sociales que tanto nos atormentan en estos tiempos.

En el día de ayer, Matria le solicitó al gobernador electo Pedro Pierluisi que incluyera el tema de violencia de género en el proceso de transición. Esa solicitud parte de la idea de que ya es hora de cambiar el libreto de este tipo de procesos y ampliarlo con una perspectiva que incluya las necesidades del 53% de las personas de este país. También parte de la idea de que esa misma perspectiva, ampliada y bien entendida, beneficiaría a todas y todos porque es una apuesta a los derechos humanos. No hay que heredar los desastres. No tenemos que aceptarlos y tampoco perpetuarlos. Desde ya, desde este proceso de transición, hay que atender lo urgente y lo urgente en Puerto Rico incluye reconocer que estamos ante un estado de emergecia por violencia de género.

Reconozco que el uso de la palabra desastre ya es parte de nuestro hablar cotidiano. El paso del huracán María se encargó de eso. Sin embargo, María, como evento natural, es un desastre de hechura humana que nació de las condiciones de pobreza y desigualdad que ya se experimentaban en Puerto Rico. La crisis de derechos humanos le precedió. Aunque muy bien podríamos ir décadas hacia atrás en el análisis socioeconómico que provocó esa crisis, miremos los eventos más recientes. ¿Qué tienen en común? Malas decisiones económicas, corrupción gubernamental y la intervención de un sector privado en las decisiones de Estado que debieron ser tomadas desde una agenda de derechos humanos y no desde la avaricia del sector privado o sus representantes acomodados en las agencias del gobierno. Llevamos casi 20 años viviendo crisis sobre crisis y con nuestras mentes ocupadas en sobrevivir el presente sin ver los ciclos que se repiten y que cada vez son mucho más violentos hacia el país.

Las medidas de austeridad que incluyeron recortes a servicios esenciales, cierres de escuelas, despidos masivos y políticas gubernamentales en las que se priorizó la inversión en compañías privadas mientras se desmantelaban proyectos comunitarios, tuvieron como complemento políticas de mano dura y el refuerzo de patrones de pensamiento en los que valores conservadores- con profundas raíces misóginas- trataron de imponerse en todos los niveles de la estructura gubernamental. Personas en pobreza, mujeres, inmigrantes, personas LGBTTIQ+, personas con diversidad funcional terminaron- desde sus luchas y reclamos- convirtiéndose en esa piedrita en el zapato que se trata de sacudir, pero se queda ahí, en resistencia, esperando a ser atendida. De eso se trata esto. De insistir. Hasta que nos atiendan.

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