El Rey Pirro de Epiro, ciudad-estado de Grecia, se enfrentó a los ejércitos de la república Romana en el sur de Italia en el siglo tercero antes de Cristo. Aunque derrotó a los romanos en dos batallas sus bajas fueron tales que los historiadores registran su expresión: “Otra victoria como ésta, y tendré que volver a casa solo”. Ganar una o dos batallas no lleva necesariamente a ganar la guerra. El PNP y la estadidad registraron dos victorias pírricas en las elecciones del 3 de noviembre de 2020. Así deberá quedar registrado para la historia.
Al momento de escribir estas líneas, el candidato a gobernador del PNP Pedro Pierluisi había sido certificado como ganador con 390,330 votos, 32.7% del total. Este número es el menor obtenido por un candidato del PNP desde que don Luis A. Ferré ganó las elecciones de 1968 con 400,815, que representó 43.6% del total. Esta será la proporción de votos más baja en la historia para un gobernador de cualquier partido desde que entró en efecto la ley del gobernador electo en 1948. Pierluisi y el PNP gobernarán frente a dos terceras partes del electorado que votó en su contra, y una legislatura multipartidista frente a la cual no tendrá control ni legitimidad.
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Por otro lado, la estadidad obtuvo mayoría absoluta de 52.3%, 602,078 votos. Es la primera vez que la estadidad obtiene mayoría absoluta sin tener que manipular los cálculos, pero el número de votos es mucho menor que los 834,191 que obtuvo en 2012, cuando ese número representó tan sólo el 44.4% del total de votos. Mejor por ciento, pero menor cantidad de votos, esa es la paradoja de este plebiscito frente a los de 1993, 1998 y 2012.
En 2017 los líderes del PNP pretendieron representar el voto de 23% del electorado y sólo 508,862 votos como un logro histórico de 97%, ocultando un boicot masivo de la consulta. Ahora presentarán de igual forma esta victoria pírrica como un hito histórico. Como han hecho tradicionalmente, los representantes del PNP presentarán estos números en Washington como “contundentes” y definitorios de una nueva y absoluta mayoría. Eso lo vienen tratando de hacer desde 1998, cuando el gobernador Pedro Rosselló dijo que la estadidad había ganado la consulta con 46.5% porque la alternativa “ninguna de las anteriores”, que prevaleció con 50.3% de los votos, no era una fórmula de estatus. En 2012 argumentaron que la estadidad había sido favorecida con 61% de los votos, pretendiendo ignorar los votos en blanco emitidos como votos de protesta. En un irónico giro de la manipulación estadística ahora 52.3% será mejor que el 97% de 2017 y el 61% de 2012 (¡!).
El PNP y la estadidad han logrado victorias pírricas. Una vez más, la estadidad obtiene más votos que el partido que la propone y pretende adelantarla en el Congreso norteamericano. Como en 2017, un gobernador sin mandato, a la cabeza de un partido demostradamente corrupto, un gobierno quebrado, una economía deprimida y un estado fallido, promoverá la estadidad. Raúl Grijalva, presidente de Comité de Recursos Naturales de la Cámara Federal ha dicho claramente que no hay ambiente para la estadidad en el Congreso. Las congresistas puertorriqueñas Nydia Velázquez y Alexandria Ocasio Cortez, proponen una asamblea constituyente para resolver el problema del estatus, no limitarlo a la estadidad. Joe Biden, en su búsqueda de votos latinos, ha expresado su preferencia por la estadidad, pero lo mismo hizo el presidente electo George H. Bush en su primer mensaje sobre el estado de la nación en 1989 y no logró aprobar legislación para resolver el estatus.
El PNP y la estadidad prevalecieron en esta batalla, pero la partidocracia ha sufrido un gran revés en estas elecciones y la estadidad ya no es el monopolio de un partido. Un nuevo orden nace, una nueva manera de hacer política ha llegado. Los días de la partidocracia y la kakistocracia están contados.