Que Charlie Delgado Altieri y Pedro Pierluisi se estén disputando la elección para gobernador no debe sorprenderle a nadie. Los partidos gobernantes son maquinarias corruptas que disponen de presupuestos millonarios (estatales, municipales y federales) que le garantizan decenas de miles de seguidores quienes dependen de empleos de gobierno, contratos y favores políticos para su subsistencia. A ocho días de las elecciones, luego de tres debates en las grandes cadenas de televisión y una gran cantidad de debates especializados transmitidos por las redes sociales, tenemos un panorama de elecciones reñidas y nuevas tendencias que las encuestas capturan de manera contradictoria y ambigua. Ninguna encuesta es capaz de pronosticar con algún grado de cofiabilidad quién ganará.
La verdadera sorpresa de las encuestas es la fortaleza que han mostrado las candidaturas de los partidos de oposición. El patrón de realineamiento político, que comenzó con el gobierno compartido en 2004, se hace cada día más claro. Los partidos gobernantes han visto seriamente socavadas sus bases de apoyo electoral, mientras que a partir de 2016 las candidaturas independientes y ahora las candidaturas de los partidos de oposición crecen como nunca.
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Lo viejo declina y lo nuevo se ve surgir claramente. Delgado Altieri o Pierluisi ganarán con apenas un 40% de los votos, mientras que las fuerzas emergentes obtendrán cerca de un 20%. Si Alexandra Lúgaro y el Movimiento Victoria ciudadana obtienen más del 10% de los votos y eligen legisladores, habrán llegado para quedarse a expensas del Partido Popular Democrático. Asimismo, si la inmensa popularidad de Juan Dalmau logra un voto de más de 5%, marcará un giro decisivo en la historia reciente de Partido Independentista Puertorriqueño: El desprecio a la corrupción habrá vencido el miedo a la independencia.
Pero el derrumbe de la partidocracia deberá reflejarse con más claridad en la papeleta legislativa. Las características del realineamiento político hasta 2016 fueron: (1) la apatía electoral, reflejada en tasas decrecientes de participación e inscripción, y (2) la desafiliación de electores/as de los partidos gobernantes, reflejada en el voto por candidatos/as independientes a la legislatura y la gobernación. La contienda legislativa de 2020 deberá revelar la fortaleza o debilidad de las fuerzas políticas emergentes. En la papeleta legislativa se manifestarán con más claridad las preferencias de lo que llamaré la nueva política puertorriqueña. Esta nueva política está marcada no sólo por la desafiliación a los partidos gobernantes sino por el voto por candidaturas que reflejan un nuevo énfasis en temas de política social (violencia de género, educación con perspectiva de género, buena gobernanza).
Si como se espera, se eligen legisladores del MVC y el PIP, así como candidatos/as independientes a la legislatura, será una muestra de un cambio irreversible. El viejo discurso del estatus centrado en el miedo a la independencia y la celebración de la hiperdependencia de fondos federales mostrará su agotamiento. Los ejes emergentes de la nueva política serán los derechos ciudadanos, la buena gobernanza y la erradicación de la corrupción.
Los/as líderes de la partidocracia repetirán con desesperación esta semana que un voto por candidaturas o por partidos minoritarios es un voto inútil. El triunfo de uno de los candidatos de la partidocracia será celebrado por ésta como muestra de que los partidos minoritarios sólo cuentan para socavar sus candidatos. Los resultados de esta elección nos indicarán cuál es futuro de la partidocracia. Esta no desaparecerá como por arte de magia, se derrumbará progresivamente. Como dijo el poeta T.S. Elliot, “Así se acaba el mundo…no con un estallido sino con un gemido”.