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Opinión de Cecille Blondet Passalacqua: La puesta en valor de lo público

Lee la columna de opinión de Cecille Blondet Passalacqua

Si queremos un país que funcione, donde todos y todas tengan acceso a servicios esenciales de calidad, es impostergable el rescate del valor de lo público. Y eso comienza con restablecer la confianza en el gobierno con nombramientos que distingan el mérito y el conocimiento sobre cualquier otra consideración. Todos sabemos de lo que hablamos, y hasta lo que hay que hacer, pero en su momento pocos o ninguno lo hace.

La revalorización de las instituciones públicas requiere devolver la confianza a la estructura de gobierno, tan deteriorada por los embates de la corrupción. Esa tormenta que no parece tener temporadas sino que nos golpea todos los días y que ha dejado sin techo, sin suelo y sin ventanas al gobierno, desamparando al ciudadano y ciudadana de protección, seguridad y servicio. Si una buena administración pública debe actuar inspirada en principios de legalidad, neutralidad, eficacia y eficiencia, y calidad, igualmente deberían actuar los administradores y los que les nombran: al servicio de la gente, con independencia, desvinculados completamente de colores políticos.

La alianza multisectorial TalentoPRO resume en un decálogo o guía los elementos que hacen falta para la puesta en valor de la administración pública. Diez compromisos que son de aplicabilidad a los aspirantes a la gobernación, a los que asumen otros puestos electos y nombramientos e inclusive para los individuos, sector privado y tercer sector.

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(1) El compromiso de rescatar el valor público, y proteger y defender el interés público; (2) el compromiso con la formación de una cultura ética de acción, de valores, con conciencia democrática y de justicia. De cero tolerancia a la corrupción y que minimice el riesgo de fraude y soborno; (3) el compromiso con una gestión pública justa; que vele por los derechos de todos y todas; dirigida al servicio respetuoso, sensible y oportuno de todas las personas y de la comunidad a la que se sirve; y que cuide nuestro entorno físico y natural; (4) el compromiso de desarrollo de un liderazgo público ejecutivo e intermedio capaz de mediar, comunicar y atender de forma proactiva, ágil y oportuna las necesidades de su fuerza laboral, de su agencia o instrumentalidad, y de la población a la que sirve; (5) el compromiso con una gestión pública dirigida a resultados constatables y una rendición de cuentas completa sobre los haberes y recursos custodiados; (6) el compromiso con la innovación, capacitación continua y el desarrollo de conocimiento y destrezas gerenciales, administrativas y tecnológicas en el sector público; (7) el compromiso con la profesionalización del servicio público, mediante la selección y reclutamiento del mejor talento disponible con la pericia y aptitud que requiere cada posición, producto de convocatorias abiertas a competencia real o ternas recomendadas por los gremios profesionales. Un sistema justo y transparente de medición y evaluación para ascensos, promociones o bonificaciones del personal; (8) el compromiso con la divulgación proactiva de conflictos de interés y la estricta demarcación del quehacer público y lo que puede ser o verse como interés individual y personal o de índole o matiz político partidista; (9) el compromiso con representar y defender el bien común y garantizar el potencial máximo de todos y todas, e instrumentar mecanismos de cooperación entre el sector privado, las organizaciones, los ciudadanos y el gobierno de forma abierta y transparente; y (10) el compromiso con impulsar transformaciones que, involucren a todos los servidores y empleados públicos y empoderen a las y los ciudadanos; reformas que construyan una cultura de trabajo caracterizada por la innovación y creatividad para un servicio ágil y de excelencia con el individuo como centro.

Es fácil señalar la debilidad del otro, lo difícil es aplicarse la regla. Es fácil prometer antes de la elección, lo difícil es cumplir después de ésta. Si no empezamos de una vez, seguiremos pateando la lata. La bancarrota económica y moral del país exige acciones contundentes y urgentes, de los que lideran, de quienes aspiran a hacerlo y de todos los que vivimos aquí.

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