Percibo sentimientos encontrados al recordar que hace tres años enfrentamos el azote de los huracanes Irma y María. Personas que quisieran no recordarlo y otras, que necesitan que se conmemoren las miles de muertes que el gobierno se negó a aceptar y que recordemos a las miles de personas y familias que no han podido recuperarse. Fue un momento triste, de mucho sufrimiento y necesidades en nuestra historia. También fue una visibilización de la negligencia y falta de planificación adecuada del gobierno.
Lamentablemente, no hemos visto el resultado de la tan necesaria recuperación ni la preparación para enfrentar otros desastres naturales. Lo que sí hemos podido ver es un desastre político. Las tormentas y los huracanes son fenómenos naturales, sin embargo, el aumento en su intensidad y en su frecuencia está íntimamente relacionada con la crisis climática. Si bien no podemos controlarlos, sí podemos implantar de manera inmediata medidas que permitan mitigar su impacto mientras se continúa trabajando en otras formas y soluciones, como la transición acelerada hacia la energía renovable.
PUBLICIDAD
Como primera medida podemos y debemos levantar una línea de defensa que nos permita combatir la erosión acelerada de nuestras costas, el aumento del nivel del mar y el embate de las marejadas ciclónicas. Esto lo podemos lograr con la siembra de manglares o humedales, la siembra de corales, de algas y de dunas de arena.
Los sistemas naturales costeros como las dunas de arena, los arrecifes de coral, las algas y los manglares son parte inherente de la dinámica costera y su degradación ha provocado erosión en las playas, mayor ocurrencia de inundaciones por lluvias y ha aumentado el riesgo del impacto de las marejadas ciclónicas. A estas condiciones le añadimos el peligroso aumento en el nivel del mar y nos convencemos de que con la siembras de estos elementos podemos dar un paso muy importante hacia la preservación de nuestras vidas y de nuestro medio ambiente.