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Opinión del Padre Orlando Lugo: La crítica y el criticón en los medios de comunicación

Lea la columna de opinión del sacerdote

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La crítica es absolutamente necesaria en una democracia, y muy especialmente en momentos de emergencia como el que nuevamente vivimos en Puerto Rico, tras el paso de la tormenta Isaías sobre aguas al sur de la isla. La misma, cuando se hace de manera equilibrada, busca el mejor funcionamiento de la cosa pública en beneficio de los más pobres y necesitados del pueblo. Pero una cosa es la crítica equilibrada, y otra es la promoción del criticismo instintivo; o, como diría el jíbaro borincano, una cosa es “criticar” y otra cosa es ser un “criticón”. 

La “crítica” es “un conjunto de opiniones o juicios que responden a un análisis y que pueden resultar positivos o negativos”, según la definición ordinaria. Para el filósofo barcelonés, Francesc Torralba, es “el arte de discernir, de separar lo esencial de lo accidental”. Pero, por ser un arte, el mismo debe ser cultivado y practicado con honestidad intelectual. De lo contrario, serás un “criticón”, que nunca busca la verdad, sino que, como escribió la periodista colombiana Edith Sánchez, su interés es “descalificar a los demás sin otra intención que la de desacreditarlos”. ¿Algún parecido con nuestra realidad actual? El “crítico” busca construir, el “criticón” disfruta destruir, especialmente reputaciones. Aceptar esto es institucionalizar la violencia. 

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Varios estudios a nivel mundial revelan que las redes sociales, mal utilizadas, han dado paso al desarrollo acelerado de esta “cultura criticona”, que es también una forma generalizada de violencia cibernética. La Organización Mundial de la Salud (OMS) incluye en su amplia definición de “violencia” el CyberBulling, la suplantación de la identidad – o los llamados “trolls” –, el acoso cibernético, los linchamientos digitales y las amenazas. Según el experto en estudios digitales, el guatemalteco José Kont, “la cuestión en medios digitales es que no solo se está generando violencia”, sino que “se está dando un fenómeno que había quedado en el pasado: la humillación pública”.  

Es curioso ver y leer en los medios de comunicación cómo la “humillación pública” de los “criticones” se ha convertido en un negocio para algunos, en un estilo de hacer campañas políticas para otros, así como en la excusa perfecta para descartar a quien piensa distinto. Según expertos sicólogos, las consecuencias negativas de ser un “criticón” empedernido son incalculables. La dimensión religiosa, presente en cada ser humano, nos propone cualidades para sanear esta deficiencia de la personalidad. Mahatma Gandhi decía: “no hay bienestar sin trabajo, goce sin responsabilidad, religión sin sacrificio, educación sin carácter, política sin principios, ni ciencia sin humanidad”. Quien siga estas recomendaciones dejará de ser un “criticón” y se convertirá en un agente que, sin descartar a nadie, promueva cambios radicales desde la paz y la serenidad que supone la crítica constructiva.  

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