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Opinión de Julio Rivera Saniel: Elecciones en “mute”

Lea la opinión de Julio Rivera Saniel

Julio Rivera Saniel

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Este año es atípico. De eso no hay duda. Entre las secuelas de los temblores, la recuperación que no llega tras María y el COVID-19 la agenda del año – o por lo menos, lo que pensábamos que sería esa agenda- se ha visto trastocada. Pero si algo no cambia es que en unos 4 meses todos tendremos la posibilidad de votar en las elecciones. ¿Se había puesto a pensarlo? Cuatro cortísimos meses nos separan de un evento tan importante y me temo que no tenemos idea de qué es lo que los candidatos y candidatas traen al juego para atender los problemas del país.

La discusión –es indudablemente más fácil y más taquillero –se ha centrado en temas poco trascendentales. Importantes, pero efímeros. Mientras seguimos hablando -por ejemplo- de las supuestas cunas perdidas en Fortaleza, dejamos de hablar de mucho de aquello que definirá nuestras vidas durante años. Pero esa distracción nos deja sin respuestas a la mayor parte de las preguntas sobre quiénes son los candidatos y candidatas, y qué representan. Lo que nos deja con otra pregunta importante. ¿Se puede votar a ciegas? Usted probablemente contestará que aunque no se debe, se puede. Tanto que hay quien argumenta que precisamente así hemos votado durante décadas. Pero como todas las costumbres que nos son nocivas, resulta imperativo romper el ciclo y buscar respuestas de quienes confiaremos nuestros destinos por 4 años.

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Para empezar, me parece que resulta necesario que se den debates. Muchos de ellos. Mientras más oportunidad tenga el electorado de contrastar ideas y propuestas, en mejor posición se encontrará para  tomar decisiones informadas. Esos debates deberían incluir a quienes se enfrentan en carreras primaristas.

Para continuar, los candidatos y candidatas tienen que comenzar a presentar propuestas específicas y detalladas. Nosotros, los potenciales electores, también debemos subir el listón. Para confiar los votos no debe bastarnos la insignia del partido por el que “vota la familia”o el chistecito lanzado en un programa de entretenimiento como carnada para el elector. ¿Qué tal si pedimos respuestas?

¿Cuál es la propuesta de los candidatos para atender la situación fiscal? Y no me refiero a frases como “cuadrar el presupuesto” o “hacer las cosas bien”. Esas frases, tan bonitas como huecas, dicen muy poco de quien las lanza.

¿Cómo nuestros candidatos cuadraran el presupuesto? ¿Qué harán para reactivar la economía de la isla? ¿Cuál de ellos y ellas propone un plan para allegar nuevas fuentes de ingreso al país? ¿Sabe usted quiénes?

¿Y sobre el estatus? ¿Cuál de los candidatos y candidatas ha explicado en detalle su plan para resolver ese asunto que monopoliza la discusión pública en el país? ¿Sabe usted quién y cómo lo hará?

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¿Y nuestras escuelas? ¿Cuál de los candidatos y candidatas le ha explicado qué hará para que –finalmente, bendito sea Dios- nuestros niños y niñas tengan un sistema educativo de avanzada? ¿Cuál tiene un compromiso real con reforzar la Universidad de Puerto Rico y, más que eso, nos ha explicado cómo lo hará? ¿Sabe usted la respuesta?

¿Y sobre el aparato gubernamental? ¿Quién tiene propuestas específicas para hacer que funcione? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿En cuánto tiempo?

¿Cuál de los y las candidatas incluye en sus plataformas ideas específicas para atender el problema de la violencia de género? ¿Quién ha hablado sobre una educación antirracista? ¿Cuándo lo hicieron? ¿Qué proponen? ¿Quién ha explicado cómo impulsará una verdadera reforma de permisos? O, quizá, ¿Quién ha elaborado su plan para una verdadera reforma del sistema de salud? ¿Quién ha explicado cuál es el plan para que el país esté preparado para enfrentar un cambio generacional que exige ciudades, espacios y vivienda adaptados para personas de edad avanzada? ¿Cómo se garantizará retiro digno para esta y otras generaciones? ¿Quién ha explicado? ¿Cuándo lo hizo?

El hecho de que a estas alturas tengamos más preguntas que respuestas sobre las plataformas e ideas de quienes aspiran a dirigir nuestras vidas por un nuevo término es muy elocuente. Y lo que dice, asusta.

 

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