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Racismo nuestro de cada día y sentido común: Da 5 Bloods de Spike Lee

Colaboración del catedrático e investigador de la Escuela de Comunicación de la Universidad de Puerto Rico, Eliseo Colón Zayas.

“Además de que, obviamente, yo soy negro” fueron palabras de Carlos Rivera Santiago durante una entrevista mientras esperaba su confirmación como secretario del trabajo. Las expresiones se dieron en el contexto de la discusión durante la semana del 15 de junio que intentaba aclarar si tuvo un sesgo racista su gestión como director de la procuraduría de menores al procesar a una estudiante de 11 años de educación especial. Finalmente, Rivera Santiago fue confirmado luego de que el comité nominador concluyera que no quedaba demostrado racismo en su gestión. Por suerte, los dimes y diretes en el senado de Puerto Rico sobre quién es y quién no es racista coinciden con la puesta en la cartelera de Netflix de la película Da 5 Bloods del director Spike Lee la cual muestra a los ilustres senadores que el racismo está en todas partes.

Desde mayo pasado, Estados Unidos vive un proceso de radicalización muy importante contra el racismo bajo la consigna del Black Lives Matter. Es un proceso que se vive en Estados Unidos, Reino Unido, Francia, España, Bélgica, Alemania e Italia, actuales y antiguas potencias imperiales. Por ello, amerita problematizar el racismo desde las transformaciones que se han dado mundialmente de las luchas reivindicativas, políticas y culturales por parte del conjunto heterogéneo de minorías étnicas, raciales, sexuales, nacionales, religiosas y de clase social desde la década de 1960 en adelante. Esta mirada al racismo debe darse tomando en consideración los cambios en la composición étnica, racial, sexual, demográfica, política, social y económica de cada país, junto con las diversas transformaciones identitarias en las personas que esos cambios acarrean.

El repudio global al asesinato de George Floyd a manos de la policía de la ciudad de Minneapolis ha propiciado manifestaciones de reivindicación y justicia social, jurídica y legal contra el racismo alrededor del mundo, incluyendo Puerto Rico. Son reclamos que muestran el papel que tiene el racismo en la constitución de las potencias imperiales contemporáneas, como Estados Unidos, y en las maneras en que estas potencias ejercen su racismo. Mucha de la discusión en torno al Black Lives Matter exigiendo la reivindicación y la justicia social opera desde el marco jurídico – legal que exige su transformación y adecuación a las nuevas realidades. Por ejemplo, la vital y significativa decisión del lunes 15 de junio de la Corte Suprema de Estados Unidos que protege a todas las personas L.G.B.T.Q. contra la discriminación laboral desenmascara desde el marco jurídico y legal el racismo de todos aquellos que votaron a favor y rubricaron el nuevo Código Civil de Puerto Rico. Muestran un racismo que excluye y silencia a una parte de la población, a la vez que obvia las transformaciones de la sociedad puertorriqueña.

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Como parte de la lucha contra el racismo sistémico y estructural, es un gran acierto que la película Da 5 Bloods dirigida por Spike Lee y estrenada globalmente el pasado 12 de junio en la plataforma Netflix vaya más allá de la búsqueda de reivindicaciones contra el racismo en el marco jurídico – legal y muestre la complejidad del racismo y el arraigo en el sentido común de las personas. Da 5 Bloods deconstruye y desmonta el racismo en toda su complejidad vivencial. La película trae a la discusión la importancia de pensar el racismo desde las trasformaciones que se han dado en los ámbitos constituyentes de nuevas subjetividades e identidades de las personas, como son lo económico, las relaciones de clase, el vivir lo sexual y las sexualidades, lo político y lo cultural.

La película funciona en dos niveles. Las imágenes documentales de la década de 1960 sobre el racismo conforman un primer nivel y enmarcan el papel de los soldados afro-estadounidenses en la guerra de Vietnam con testimonios de Muhammad Ali, Malcom X, Kwame Ture, Angela Davis y Bobby Seale. Este nivel documental de la película muestra el racismo como parte constitutiva del common sense y el common law fundacionales de Estados Unidos. Éste promueve directa o indirectamente, visible o veladamente, el discrimen y la persecución policial de las comunidades afro-estadounidenses y de todo otro, otra, otredad u otredades que no respondan al supuesto canon étnico, racial, sexual y religioso inaugural del imperio, el llamado WASP (White Anglo Saxon Protestant).

El pietaje con que inicia la película muestra a Muhammad Ali el 26 de febrero de 1978 expresando unas palabras características de las luchas reivindicativas de la década de 1960. Ali se negó servir en las fuerzas armadas estadounidenses durante la Guerra de Vietnam. Fue condenado por eludir el servicio militar en 1967 y se le prohibió el boxeo. Apeló la decisión ante el Tribunal Supremo, el cual revocó su condena en 1971. La película recoge el siguiente fragmento de la entrevista: Mi conciencia no me deja dispararle a mi hermano ni a alguien de piel oscura, pobre o hambriento, por el poderoso y gran Estados Unidos. ¿Por qué dispararles? Nunca me llamaron “nigger”. Nunca me lincharon. No me arrojaron a los perros. No me robaron mi nacionalidad.

Por otro lado, la película cuenta en un segundo nivel la historia de cuatro amigos afro-estadounidenses, excombatientes de guerra, que regresan a Vietnam a embarcarse en la búsqueda de un tesoro y del reencuentro simbólico con Norman, el amigo muerto en el campo de batalla. La historia muestra a través de su narrativa e imágenes la enorme complejidad del racismo y su articulación dentro de las nuevas formas en que se construye el sentido común de la población contemporánea, al menos en Estados Unidos. La historia de Paul, Otis, Eddie y Melvin está en la mejor tradición de películas como El Tesoro de Sierra Madre de John Huston donde la búsqueda del oro es una excusa para la construcción de los personajes. La búsqueda del oro y de los restos de Norman se dan un mundo diferente al que los envió a pelear en Vietnam en 1968. Este segundo nivel de la película también puede pensarse como una narrativa de aprendizaje de los personajes jóvenes Davis, Hedy Vinh, Michon y Simon, cuyos matices estoy seguro de que cautivarán al espectador.

Las imágenes con que se muestra el recuerdo de Norman traen a la memoria de Paul y al público las palabras y gestos combativos contra el racismo de Muhammad Ali, Malcom X, Kwame Ture, Angela Davis y Bobby Seale. No obstante, si éstos representan el pasado, el presente coloca a Paul, Otis, Eddie y Melvin en Vietnam en una discoteca llamada Apocalypse Now auspiciada por Budwiser y provenientes de un Estados Unidos cuya composición étnica, racial, demográfica, política y económica no es la misma que en 1968 y tiene como presidentea Donald Trump.

Los cuatro veteranos de guerra buscan el oro y los restos de Norman en un momento histórico en que el excedente poblacional criminalizado y discriminado por el blanco surge de las transformaciones de la acumulación de capital y los entornos urbanos y del giro económico y laboral hacia los servicios financieros, los seguros y los bienes raíces. Es desde los mecanismos que construyen ese nuevo sentido común diferente al de 1968 que podemos entender las siguientes palabras del Paul: “Hay que echar a los inmigrantes vividores y construir ese muro. A ver si los negros reaccionamos, y cuanto antes”.

Da 5 Bloods muestra que al igual que el poder está en todas partes, el racismo está en todas partes. La película apunta a cómo la familia, la religión, la escuela, lo jurídico, lo político, los medios de comunicación, los gremios, las formaciones culturales son aparatos ideológicos que nos quieren fijar como sujetos monolíticos para que seamos fieles representantes de su ley, su verdad, su forma y estilo de vida, su política y su economía. Todos estos aparatos ideológicos son los que construyen nuestros racismos, a la vez que construyen nuestras identidades y nuestras subjetividades. Nuestros racismos se han edificado y negociado de la misma forma en que nos presentamos, hablamos, lloramos, reímos, amamos y hacemos el amor. Nadie queda excluido de la subjetivación del racismo contemporáneo puesto que todos construimos nuestra tipología particular para excluir o incluir a ese otro o esos otros con quien o quienes dialogo y me relaciono como parte del diario vivir.

La concatenación de imágenes con que cierra la película señala hacia posibles estrategias para lograr una justicia social contra el sentido común que promueve el racismo. Tras finalmente enterrar a Norman, símbolo de una época, con merecida pompa militar, la película apunta hacia los jóvenes y las nuevas generaciones como la fuerza capaz de erradicar las injusticias sociales. La película termina en un gesto ambiguo pero conciliador que da a la educación un papel primordial para combatir el racismo. Hay un futuro por delante con un nuevo sentido común, podemos pensar que es el sentido de la imagen del salón de clases donde David lee la carta de su padre. El salón de clase deviene el lugar idóneo para la deconstrucción del racismo nuestro de cada día y de tener la posibilidad de construir un nuevo sentido común sin racismo.

 

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