El “municipalismo” es un concepto que se está volviendo a discutir en los espacios académicos y entre los creadores de política pública a nivel global, debido a que representa un modelo de organización institucional que conecta directamente con el conjunto de una sociedad. La razón principal por la cual el municipalismo emerge en estos espacios de discusión es porque existe evidencia suficiente de que, en el siglo XXI, muchos gobiernos centrales tardan demasiado a la hora de dar respuestas rápidas, eficientes, y efectivas a retos apremiantes que afectan a las personas. El calentamiento global, seguridad alimentaria, pandemias, fenómenos atmosféricos desproporcionados son algunos de los retos de nuestro siglo, que los gobiernos a nivel internacional no han podido ponerse de acuerdo para resolver. Esta situación ha llevado a que las diferentes sociedades encuentren estabilidad institucional en los municipios u otras formas de gobiernos locales.
En principio, los municipios son instituciones de gobernanza creadas por los gobiernos centrales para atender demandas puntuales de los ciudadanos, que no pueden atenderse de forma centralizada. No obstante, se ha convertido en una tendencia global el que los municipios adquieran cada vez mayores responsabilidades con respecto a las demandas ciudadanas, debido a que el gobierno centralizado demuestra dificultades para conectar con las necesidades del ciudadano de a pie. Los municipios son esa primera línea institucional a la cual los ciudadanos llegan para buscar soluciones a problemas que de forma individual no pueden resolverse. Hasta el momento, el desarrollo intelectual del “municipalismo” se dirige diseñar los vínculos orgánicos entre los municipios, las comunidades, cooperativas, asociaciones de vecinos, entre otros, para crear un ecosistema institucional común que permita dar respuesta a retos globales desde instituciones locales.
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Puerto Rico es un archipiélago que cuenta con 78 municipios. Desde el 2017, estas estructuras institucionales han sido consistentes en demostrar capacidad para responder de forma directa y efectiva a los fenómenos atmosféricos (Huracán María), temblores, y pandemias (COVID-19). Mientras el gobierno central no ha podido ser eficiente en el uso de los fondos CDBG, en desembolsar los fondos federales para el desempleo, o llevar un conteo adecuado sobre los contagios por coronavirus, los municipios continúan pavimentando carreteras, llevando alimentos a los hogares para que no haya ciudadanos con hambre, y establecen mecanismos de diagnóstico y muestreo para saber en dónde se encuentras los focos de contagios y poder planificar la política pública. En otras palabras, los municipios están ejerciendo competencias locales y estatales con fondos municipales. Esta situación nos debe llevar a reflexionar sobre la necesidad de descentralizar competencias del gobierno central y traspasar a los municipios más recursos para cumplir con responsabilidades que ya están ejerciendo.
En los municipios queda mucho por trabajar y evolucionar. Hay que trabajar en temas como “gobernanza democrática”, red de economía local, y planificación urbana; pero para eso hay que insistir en que los municipios son instituciones de avanzada que representan parte esencial de las instituciones que ofrecen soluciones locales para retos globales. Dentro del marco “municipalista” es que tenemos que pensar en cómo se va a articular la política pública para esta próxima década. En lugar de continuar presentando propuestas para destruir gobiernos locales o crear estructuras regionales ajenas a nuestro engranaje sociocultural, mejor pensemos en cómo potenciar nuestros municipios para que optimicen su capacidad de brindar servicios a los ciudadanos. La invitación es que, en este año electoral, logremos que todas las fuerzas políticas refuercen su visión sobre el “municipalismo”, entendiendo nuestros municipios como solución y no como problema.