Uno, dos, tres, probando. Uno, dos, tres, probando. ¿Cuál escojo? ¿Cómo lo cuento? ¿Qué voy a decir? ¡Jum! Esto va de contar cuentos, de cómo contar el cuento o cómo se cuenta el cuento. El gobierno lo llama discurso al país o conferencia de prensa. Los periodistas dicen que es la historia; son los sucesos, los acontecimientos, etc. Muchos son los estilos que se usan para contar el cuento y cada cual narra el cuento con su estilo. Cómo contar depende de la profesión, de la afasia lingüística o cultural, del Hollywood que le haya parido, de las horas que pase empapándose de redes sociales y del resto de múltiples factores que intervienen al momento en que alguien quiera contar su cuento.
Preocuparse por cómo se cuenta el cuento es importante. Permite examinar cómo políticos y religiosos cuentan sus supuestas verdades. Al fin y al cabo, de eso se trata contar cuentos. Cada cual cuenta su verdad, aunque sólo sea suya y de nadie más. Por eso, ¡políticos y religiosos viven del cuento!
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Con el Covid-19, la palabra lockdown ha comenzado a formar parte del sentido común de los puertorriqueños. Esto es algo que me ha quitado el sueño por sus implicaciones a largo plazo en nuestra vida cotidiana, especialmente porque se ha impuesto mediante un toque de queda. Esta palabra inglesa que se escucha una y otra vez desde mediados del mes de marzo tiene un sonido propio de una película siniestra, lockdown. Es un sonido catastrófico. Tiene la dureza del golpe sufrido por quien se atraganta de manera oclusiva con la semilla de un melocotón justo en el velo del paladar y luego se muerde la lengua con los dientes. Pronuncien K-D y noten lo que ocurre en su boca.
Lockdown es una palabra compuesta de un verbo (to lock) y un adverbio preposicional (down). El verbo indica la acción y el adverbio la describe. Lock es una palabra que tiene una historia ilustre en el inglés antiguo. Como sustantivo, se remonta al año 1200 y a los mechones de pelo rizado de damas y caballeros. Como verbo, aparece en textos importantes desde el año de 1325. Tiene un buen linaje y su utilización en frases verbales como en lock out tiene también su extensa genealogía desde el año 1425.
Con la llegada del Covid-19, es la historia de la palabra lockdown la que me interesa. Según el Oxford English Dictionary, la frase verbal surgió como sustantivo en Estados Unidos en 1832 para referirse a una pieza de madera que entonces se utilizaba para la construcción de las balsas que transportaban madera río abajo. Consistía en un resorte o varilla doblada alrededor de los postes horizontales que se fijaba a unos agujeros para unir los troncos.
La palabra lockdown resurgió en 1973 en momentos en que comenzaba a afianzarse el neoliberalismo como fuerza del capitalismo mundial y con ello su sistema penal. The Fresno Bee, un periódico en la ciudad de Fresno, California, utilizó ese año la palabra lockdown para referirse al confinamiento de unos prisioneros en sus celdas por un período prolongado y como medida de seguridad luego de un acuchillamiento. El periódico decidió no utilizar la palabra inglesa confinement, cuya genealogía se remonta al año de 1646. Prensa Unida Internacional retomó el uso de la palabra lockdown en 1981 y de ahí en adelante su historia llega hasta nuestros días para describir una forma de castigo carcelario.
Los científicos sociales han estudiado ampliamente la importancia del castigo para el desarrollo del neoliberalismo. Los tiempos neoliberales son unos de políticas sociales y económicas que generan incertidumbre e inseguridad social. Ante las repercusiones negativas que estas prácticas gubernamentales tienen en la población, el castigo es la respuesta del orden neoliberal para contener y sujetar a los sectores más desfavorecidos de la sociedad. Para los gobernantes neoliberales, el castigo pretende dominar los desórdenes avivados por la inseguridad objetiva que causa el desempleo, la precariedad y la falta de bienestar social. Con estas prácticas carcelarias, el estado neutraliza, castiga y almacena todo aquello que considera su excedente poblacional.
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Poco a poco, entre 1984 y 2012, el sentido común neoliberal anglosajón agarró la palabra lockdown y le añadió otros sentidos. Comenzó a usarse para referirse al estado de aislamiento o de contención y a la restricción al acceso de datos y de información. También pasó a utilizarse para describir una medida de seguridad que restringe ingresos o salidas. El lockdown impuesto por el Reino Unido y Estados Unidos sobre sus poblaciones en estos tiempos del Covid-19 responde a este último sentido de la palabra.
El lector se preguntará por qué hablo sólo de esos dos países. Volvamos al cómo se cuenta el cuento. Mantener a la población aislada en sus casas ha sido el común denominador en todos los países afectados por la pandemia del Coronavirus. En efecto, es un asunto de estado y cada estado cuenta su cuento. Cada cuento apela a un sentido común y, por suerte, hay cuentos que no necesitan de la palabra lockdown para narrar su historia.
Hay cuentos del Covid-19 que apelan al sentido común con una palabra cuyo origen es el latín. ¡Confinamiento! El confinamiento lleva el sufijo latino con que significa “juntos” y la raíz fin que proviene del latín finitio – finitionis, límite, borde, frontera, perímetro, circuito de paredes, punto más extremo / extremidad, regla / ley. Cuando algo o alguien está confinado es como si tuviera un borde dibujado a su alrededor. En algunos casos, el confinamiento puede ser algo bueno. Piensen cuando hay un fuego en una parte de la casa y uno se esfuerza por confinar el perímetro del fuego para limitar los estragos y salvar el resto de la casa. A diferencia del lockdown, en el confinamiento hay socialización. Es estar con alguien o con algo dentro de esa frontera, borde, perímetro que durante el Covid-19 han sido nuestras casas. Hasta la palabra alemana Ausgangssperre implica la socialización que se da al entrar y al salir por una puerta pero que, por el momento, no se puede. El sentido común de palabras como confinamiento o Ausgangssperre no denigra a las personas por el contrario respeta su socialización. No hay clausura hacia abajo, para abajo, que tire a uno por tierra que denigre a las personas. En gran medida, podemos decir que el confinamiento protege y el lockdown denigra.
Como se trata de contar un cuento, el cuento del El Covid-19 en Puerto Rico narra la historia de un lockdown neoliberal que se ha ejecutado al mejor estilo dictatorial de un estado policial impuesto desde la metrópolis para vigilar y castigar a través de un toque de queda. ¿Cómo volveremos a socializar a la vez que mantenemos las reglas que el buen ordenamiento sanitario exige para controlar el virus? Habrá que ver. Pero, por suerte, muchos nos apartamos del lockdown carcelario del gobierno y vivimos un confinamiento como entes sociales y en sociedad. Confío en que nuestro afán caribeño socializador y socializante, tan temido por muchos, pueda más que semanas encerrados en un lockdown denigrante impuesto por un gobierno que aún se atreve a mantener el toque de queda como único recurso que tiene para mantener el poder. ¡Jum!