Ahora tiene 30 años. Terminó su carrera. Tiene su maestría y está matriculada o matriculado en un programa doctoral. Hace 21 años, a sus 9 años estaba conmigo en una oficina en el viejo San Juan en lo que en ese tiempo era el Proyecto Amanecer. Era mi primer año como trabajador social que atendía niños y niñas víctimas de abuso sexual. Acababa de terminar mi maestría y también era mi primer trabajo asalariado como profesional del trabajo social. Luego de que se fundamentara que había sido víctima de los más terribles abusos por su padrastro y que su madre no le había creído, se preparaba para enfrentar el proceso en el cual tendría que testificar en contra de su padrastro en el tribunal. En ese tiempo junto a un doctor en psicología hablábamos con la víctima de lo difícil que sería el proceso.
Recuerdo como ahora el fiscal que llevó el caso y me decía: “En esta jurisdicción nunca ha ocurrido una convicción por abuso sexual por jurado. En esta área la gente es demasiado conservadora”. Para colmo, era la primera vez que yo testificaba como perito en la sala de lo criminal en un caso de abuso sexual. Yo estaba aterrado. Imagínese la víctima. Tenía que enfrentar al agresor y a su madre. Verles caminar por el tribunal. Ser expuesto a múltiples entrevistas, cancelaciones de vistas. El trauma que desarrolló fue terrible. Dejó de comer, se enfermaba con frecuencia y dormía poco.
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El proceso de la vista fue revictimizante. Aunque fue por circuito cerrado y durante la vista no tuvo que testificar frente a su agresor, lo pudo ver varias veces en el pasillo. En varias ocasiones tuvo que enfrentarse de frente a la mirada firme de su madre que sin mencionar una palabra con sus ojos le miraba con decepción por violentar el secreto de una familia abusiva. Secreto que se atrevió a romper cuando le reveló el abuso a un familiar cercano.
El agresor resultó culpable. El veredicto no fue unánime pero resultó culpable. Fue preso. Los procesos de interrogatorios a la víctima antes y durante el juicio fueron terribles. Era evidente la gran cantidad de prejuicios que tenía el jurado y que con la coordinación multidisciplinaria del excelente equipo de fiscalía en conjunto con los profesionales que trabajábamos en el Proyecto Amanecer logramos vencer para obtener una convicción. Luego de eso, se requirió muchas sesiones de terapia y años luego del juicio para que finalmente la víctima pudiera ser dada de alta. A lo largo de lo que quedó de su niñez, juventud y adultez ha requerido volver a terapia porque las secuelas del abuso sexual aparecen en diferentes etapas del ciclo de la vida y hacen que la persona retorne a procesos terapéuticos.
Cuando culminó la terapia en la agencia para la que trabajaba, la persona sobreviviente ya mayor, con su maestría culminada me reconoció en un centro comercial, gritó mi nombre, se acercó y me agradeció por el acompañamiento que había tenido en esa etapa tan difícil de la vida. Su vida le va muy bien, pero la experiencia traumática siempre se asoma por una ventana. Me brindó su correo electrónico y teléfono. Me escribe y hablamos regularmente. Trabaja y está en el proceso de sus estudios doctorales y de formar una familia.
Por las noticias se enteró que por los proyectos 2476 y 1590 que se consideran en la Cámara y en el Senado su agresor pudiera solicitar un nuevo juicio y me escribió. Luego me habló por teléfono y me rogó que compartiera las partes de su historia que les esbozo en este escrito. “No quiero volver a pasar por eso. Me tomó años superar esos días. Por qué quieren hacerme pasar por eso de nuevo”.
La persona sobreviviente tenía 9, ahora tiene 30. Yo tenía 24, ahora tengo 45. Luego de esos eventos ha tenido que batallar en cada etapa de la vida con las secuelas que implicó su victimización sexual. Luego de ese tiempo, todavía continúo trabajando con víctimas de abuso sexual. Hoy todavía siguen existiendo brechas que hacen que los procesos para las víctimas lejos de protegerlas las continúen revictimizando. Aún se hacen múltiples entrevistas, todavía existen más casos sin reportar que los que llegan a las agencias de protección. Y para colmo, hoy se les dice a cientos de víctimas que pudieran tener que revivir el trauma del proceso judicial.
Las y los legisladores que le brinden su voto a favor serán responsables de halar el gatillo que disparará de un solo golpe todas las experiencias traumáticas que vivieron estas personas en la infancia. No se trata únicamente del sistema de justicia que tendrá que procesar estos casos. Se trata de la salud emocional de las personas que ya pasaron por la experiencia traumática del proceso judicial. ¿y los derechos de ellos y ellas? ¿No tienen? ¿Solo los acusados tienen derechos en esta dinámica? Ustedes señoras y señores legisladores enfrentarán de nuevo a las víctimas a sus agresores y agresoras. Ahora ustedes también serán agresores.