Muchos en Puerto Rico pasamos los días del confinamiento en la brega de cómo colocar las pantallas que tenemos en nuestros espacios cotidianos. Dos tipos de emisiones acaparan nuestro día a día. Está el reality-show del Gran Hermano gubernamental y están las transmisiones a través de la aplicación Zoom para reuniones grupales de todo tipo: de trabajo, con la familia, con los amigos, con estudiantes, etc. Muchos de nosotros nos hemos convertido en zoomefilos. Observo recientemente como muchos de los periodistas puertorriqueños ya son expertos zoomfies, lo que les permite mantener las normas del distanciamiento social. Pienso que el neologismo zoomfie es más apropiado para las nuevas rutinas y movimientos de los tiempos DC, es decir, después del Covid-19.
Hace años que los puertorriqueños asistimos a las peripecias de un reality-show que nos muestra por televisión la casa donde viven acuartelados en su transparencia quienes gobiernan en Puerto Rico. La Fortaleza, el Capitolio y los tribunales son tres de los escenarios del reality show. La emisión de este Gran Hermano, edición Puerto Rico, teatraliza el espectáculo gubernamental de las ramas legislativas, administrativas y judiciales. Se transmite a través de cuanto medio de comunicación, soporte móvil o plataforma de Internet está disponible, y hasta se puede recuperar en YouTube. El show es continuo, pertenece al género narrativo de un Gran Hermano. Lo vemos en la televisión, a través de las fotografías de la prensa, en las redes sociales, en el celular, en la computadora, en fin, en todo dispositivo con capacidad de captar una señal audiovisual. ¡De eso se trata la vida en redes!
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El público fisgonea la vida en directo del gobierno, tal y como sucede en todo reality show. ¡No participa! ¡No tiene voz! Los escenarios de este reality muestran a través de la virtualidad de las cámaras los acontecimientos diarios de la llamada gestión gubernamental. La cámara expone lo que sucede en el reino de la transparencia del gobierno a un público cada vez más distanciado. La lejanía del espacio donde se escenifica el show y el diferido temporal de los eventos ocultan al público su teatralidad, en este caso el teatro de la política.
En nuestro confinamiento, hemos asistido a variados episodios de la programación de Gran Hermano, edición Puerto Rico. Algunos capítulos del variopinto espectáculo han sido, entre muchos otros: las vistas de la Comisión de Salud de la Cámara de Representantes que investiga las contrataciones del Departamento de Salud durante la emergencia causada por el Covid-19; los discursos de la gobernadora; la votación de proyectos de ley como el del nuevo código civil, la reforma electoral, un plebiscito en noviembre 2020 y muchas otras legislaciones de la sinrazón gubernamental puertorriqueña; y, los consejitos y orejitas del task-force médico sobre Covid-19; etc. etc. etc.
Por alguna razón los escenarios y personajes del Gran Hermano, edición Puerto Rico, no se han ajustado a los gustos y estéticas del zoomfie. El Covid-19 ha hecho que la política, las artes musicales y escénicas, los museos y, en general, todo el mundo del espectáculo haya pasado del selfie al zoomfie. Antediluviano son los tiempos del 2 de marzo de 2014 cuando Ellen DeGeneres convirtió un género fotográfico preexistente, el selfie, en la imagen visual por excelencia del espectáculo y lo espectacular. Podemos decir que el selfie de la señora DeGenere pertenece a la época AC, es decir, antes del Covid-19. El zoomfie es la moda DC, después del Covid-19.
En los tiempos DC, el único selfie posible es el original, el del yo que nos lleva al estado primigenio del “self” y del distanciamiento social. Los seis pies de separación de la época DC nos coloca en el ritmo y movimiento del “zoom”: “zoom-in” o “zoom-out”. Su significado se refiere al acto de enfocar la cámara. El zoomfie utiliza, por lo general, el “zoom-in” de un primer plano o un primerísimo primer plano.
Lady Gaga convirtió al zoomfie en la nueva normalidad del espectáculo y lo espectacular con su “One World: Together At Home Concert” del pasado 8 de abril. El Coronovirus y sus seis pies de separación quitaron la primacía al selfie. La moda ahora es el zoomfie. La toma del zoomfie puede ser frontal, de picada o contrapicada. Estas últimas dos son las tomas de aquellos que se pegan a la cámara de una laptop o el celular sin saber cómo colocar la cara ni hacia donde mirar. La toma frontal es más trabajada, por lo general la cámara es externa.
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En la era DC, el Six feet of social distancing es lo “in” y el zoomfie es la moda. Si necesito reunirme con muchas personas, hago un zoomfie party. Políticos, periodistas, actores y actrices, cantantes, bailarines y bailarinas, profesores y profesoras, empresarios y empresarias y muchos otros gremios han incorporado el zoomfie a la cotidianidad de su rutina laboral. En Puerto Rico, los periodistas son los maestros del zoomfie. Algo de lo que tenemos que estar agradecidos y contentos. Los buenos periodistas están siempre un paso adelante.
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Periodistas y personalidades del mundo del espectáculo han adoptado el Zoom en sus rutinas de trabajo.
Los periodistas con sus zoomfies llevan la delantera al gobierno que continúa inmerso en las narrativas de su reality Gran Hermano. ¡Y qué Gran Hermano! El reality Gran Hermano que protagonizan los personajes del gobierno de Puerto Rico utiliza las venganzas, la corrupción, los robos, los odios, el pudor y las lágrimas para la teatralización de su gestión gubernamental, como si fueran interpretes preparándose para un revival o remake del Six degrees of Separation que dio fama a Will Smith. Este reality tuvo su mejor teatralización durante los últimos quince segundos del discurso de la gobernadora del 30 de abril, donde se confirmó el gusto estético del gobierno por el Six Feet Under, la serie tragicómica de televisión emitida por HBO que cuenta la historia de una familia dueños de una funeraria.
Momento que evidenció la teatralización de un mensaje oficial de la Gobernadora.
La vida en zoomfie del gobierno haría saltar las redes con sus ansias y deseos de venganza, corrupción, robo, odio, pudor y lágrimas, como ocurrió con el Telegramgate y recientemente el Whatsappgate. Con la teatralización de su reality Gran Hermano, el gobierno pretende que sólo fisgoneemos, sin participación y sin voz. Por ello, se mantiene dentro de la escenificación y la narrativa de un Gran Hermano. Por suerte, la prensa, conocedora a cabalidad los mecanismos de la convergencia periodística, ha hecho del zoomfie en la era DC la toma audiovisual por excelencia para mostrar la falsa transparencia de la vida en virtualidad del gobierno de Puerto Rico.