Desde que el Covid-19 se convirtió en trending topic, los centros de envejecientes y las ciudades han sido temas de discusión pública y mediática. Aunque de maneras diferentes, ambos lugares aglutinan poblaciones con diferentes vivencias y maneras de socializar. Son espacios donde un conglomerado de habitantes vive su cotidianeidad, a la vez que constituyen su soporte existencial. Milán, Madrid, Barcelona, París, Londres, Seattle y Nueva York han sido las ciudades más trending topic del Coronavirus.
Las ciudades siempre han sido lugares que aúnan grandes muchedumbres. Como organismos vivos, las ciudades crecen, se desarrollan y se transforman, y, en algunos casos, mueren. Ellas han formado parte del ambiente y del ecosistema humano desde que hombres y mujeres se organizaron socialmente. Por diversas razones y propósitos, las ciudades comenzaron desde el siglo diecinueve a construir lugares para reproducir artificialmente el dinamismo orgánico de la ciudad con el propósito de congregar, segmentar y fragmentar a la población. Por ejemplo, espacios como los centros comerciales, los malls, las grandes superficies comerciales quieren reproducir de forma artificial la actividad de caminar la ciudad. Otros, como las fábricas y centros de trabajo, los hogares de envejecientes, los sanatorios, las cárceles y las escuelas son sitios que sirven para segmentar, depositar y ubicar a la población.
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Todos estos aglutinadores de la población son estructuras propicias para la vigilancia y el control de la muchedumbre, siempre en función de los gobiernos. El diseño de un espacio que sirviera de lugar para vigilar a la población, el panóptico, lo desarrolló el filósofo inglés Jeremy Bentham a finales del siglo 18. Michel Foucault y toda la tradición sociológica y filosófica contemporánea utiliza la noción del panóptico como metáfora para describir aquellos lugares y mecanismos cuya función es la vigilancia poblacional, el Internet es el más reciente de estos espacios de control y vigilancia.
El 27 de abril tropecé con un titular navegando por los muros de Facebook. El titular decía: Zona de Santurce encabeza áreas de San Juan con positivos de COVID-19 con 12. La noticia se puede encontrar en el portal de la redacción de EFE-News, Edición USA, del 27 de abril. Es un titular que da mucho para pensar. Santurce ha sido la cabeza poblacional, cultural, económica y social de San Juan por muchos años.
Los 40 sub-barrios de Santurce tienen más población que 69 de los 78 pueblos de la isla. Su extensión es de 13,57 km² y su densidad poblacional de alrededor de 5,986 hab./km², para unos 76,641 habitantes. Con estas cifras, no sorprende un titular que diga que Santurce encabeza las áreas de San Juan con positivos de Covid-19. Es un barrio-ciudad que comparte sus cuitas con las grandes ciudades que son trending topic en tiempos del Coronavirus.
Para el lector que no conozca su historia, el istmo que conocemos como Santurce se llamó Cangrejos hasta comienzos de 1880. Ese año se inauguró el servicio de tranvía de vapor, importante medio de locomoción para el desarrollo del barrio. Para honrar a su propietario de origen vizcaíno, Don Pablo Ubarri y Capetillo, Conde de Santurce, se sustituyó Cangrejos por el nombre de su señorío. Santurce está rodeado por el Océano Atlántico al norte, al sur por el Caño Martín Peña, al este por la Laguna San José y al oeste por la Bahía de San Juan.
En tiempos del coronavirus y de distanciamiento social, la gente de Santurce vive en un espacio semi-urbano, aprovechándose de la cercanía de los lugares necesarios para su día a día, sin grandes problemas de desplazamientos. Entre la parada 26 y la parada 12, los que vivimos en Santurce, a pesar del distanciamiento social, nos aprovechamos de tener cerca el colmado, la farmacia, el supermercado, la tienda, el revendón, la gasolinera, el restaurante, la fonda, el banco, el mecánico, la gomera, etc. etc. Todavía quedan aceras en Santurce para caminar manteniendo el distanciamiento social, algo que no ocurre en muchos lugares de Puerto Rico. El centro comercial y el mall, tan necesarios para quienes viven recluidos y presos en la urbanización horizontal, no hacen falta. Los usuarios de esos lugares han tenido que regresar a Santurce o han tenido que desplazarse a los cascos urbanos más cercanos a su urbanización para atender sus necesidades cotidianas.
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Santurce es y no es ciudad. Es y no es urbano. Es y no es cosmopolita. Santurce es imagen de muchas cosas, y es todas a la vez. ¡Piense! ¿Qué representa Santurce para usted? Este vaivén entre el ser y el no-ser de Santurce se debe, tal vez, a que no hay territorio en Puerto Rico que haya sido escenario de tantos y tan variados proyectos urbanísticos, sociales, económicos y culturales. Su desarrollo despuntó proyectos y trazados urbanísticos de mediados del siglo diecinueve. Comenzó el siglo veinte con el Santurce bucólico del urbanismo a lo Garden City o City Beautiful de palmeras y casas bonitas de los sectores de Miramar, Condado y Monteflores, como los nidos de palomas que describiera Luis Lloréns Torres en su poema de 1915, ¡Santurce!
Una explosión poblacional entre las décadas de 1920 y 1960 cimentó el Santurce masivo de las salas de baile, hoteles, clubes selectos, restaurantes, cabarets, salas de cine y teatros de estaciones de radio, a la vez que dio empuje el estallido de la pobreza y la marginalidad. El miedo a la muchedumbre, a la aglomeración, y las transformaciones socio-económicas del Puerto Rico de la década de 1970 dieron paso a proyectos urbanos encaminados a la despoblación de Santurce, situación que desarticuló gran parte del tejido social santurcino. Las dos circunvalaciones llamados expresos que se construyeron entre las décadas de 1970 y 1980 lograron deshabitar sus dos avenidas principales y consiguieron la casi desaparición de la vida santurcina, dividiendo y fragmentando sus sub-barrios. Gracias a la repoblación por emigrantes de la República Dominicana y de otras islas del Caribe es que muchos lugares de Santurce han podido sobrevivir. A pesar de que son imposibles las transiciones entre sus sectores, existen barreras ideológicas e imaginarios mentales que crean barreras psicológicas entre moradores. Así se crean tensiones como, por ejemplo, Miramar-Hoare, Condado-Bayola, Monteflores-Barrio Obrero y muchas más.
En tiempos del Coronavirus y el distanciamiento social, los proyectos y desarrollos urbanísticos del Santurce tendrán que adecuarse a unas nuevas realidades sociales y económicas. El zapping cultural de nuestras vidas tendrá que ajustarse a unas nuevas necesidades y realidades. Vivir y sentir el tejido urbano de Santurce tienen en estos tiempos del Coronavirus más sentido y posibilidades que las vivencias dentro de un centro comercial, un mall, o una urbanización abierta o cerrada. Como organismo vivo, Santurce crece, se desarrolla y se transforma. Su recuperación es mucho más fácil y provechosa que la de lugares artificiales como los centros comerciales, el mall o la urbanización. El proyecto para pensar a Santurce y su densidad poblacional en tiempos de Coronavirus no puede ser la moda de un manual de planificación urbana, mal leído y aplicado por algún médico, abogado, ingeniero o empresario convertido en político. Tampoco es atar a Santurce como en épocas recientes al low-cost flying, short term rentals, food-fairs, creative cities de modelos urbanos neoliberales. Santurce vive a pesar del Coronavirus. Su futuro está en un proyecto que respete su densidad poblacional y el sentido orgánico de su tejido urbano.