Año tras año, los problemas socio económicos que enfrenta Puerto Rico siguen siendo exactamente los mismos, dando la impresión de que sin importar cuántos recursos invirtamos o qué estrategias implementemos, somos incapaces de resolverlos. En las pasadas décadas, miles de millones de dólares y largos periodos de trabajo y esfuerzo han sido dirigidos a nuestros departamentos de educación, salud, justicia y desarrollo económico. Sin embargo, lejos de mejorar nuestro desempeño en dichas áreas, hoy no somos ni sombra de lo que fuimos; ubicándonos entre las cuatro jurisdicciones con el aprovechamiento académico más bajo del mundo, con un sistema de salud colapsado convertido en negocio, cada vez con menor acceso a la justicia y con una economía que año tras año consigue romper su propia marca y contraerse aún más.
La razón detrás de este fenómeno, resulta tan cotidiana y tan imperceptible como la polilla. Ese insecto, que en raras ocasiones vemos cuando salen atraídos por la luz, pero que sabemos que están ahí por el polvillo que van dejando a medida que cavan túneles en nuestra madera, hasta debilitar y destruir las estructuras que habitan. De igual forma opera la corrupción en nuestro gobierno, prácticamente imperceptible de no ser por el polvillo que en ocasiones encontramos en la forma de contratos, documentos fraudulentos, almacenes llenos de suministros, estadísticas manipuladas y contradicción de testimonios. Sin embargo, sabemos que está ahí, cavando túneles y debilitando nuestras estructuras, apropiándose de cada dólar que está supuesto a mejorar nuestros servicios y neutralizando las largas horas de trabajo y esfuerzo de miles de profesionales.
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Hoy, tal y como si de polilla se tratase, tenemos que nombrar “exterminadores” competentes que se deban a nuestro pueblo para liderar el Departamento de Justicia, la Oficina de la Contralora, la Oficina del Fiscal Especial Independiente y la Oficina de Ética Gubernamental. A su vez, nos toca fortalecer las estructuras gubernamentales con legislación anti corrupción y pro transparencia.
Mientras tanto, defendamos esa luz brillante que de vez en cuando saca a las polillas de sus rendijas y nos permite verlas tal y cuales son. Entendiendo que lo que para la polilla es una luz brillante, para un gobierno corrupto, es la prensa libre y la educación.