Las redes sociales se han convertido en una herramienta indispensable para dar a conocer el trabajo periodístico que se está preparando. Dicha herramienta es en los últimos años la agenda setting de los medios de comunicación. Es decir, la mesa de información que dirige la cobertura informativa se entera a través de las redes sociales de muchos acontecimientos que luego decide cubrir otorgándole el rango de fuente de información a la red social. Podríamos decir que a estas alturas los jefes de esas mesas pueden identificar, al contar con criterios, lo que es verdadero y lo que es falso. Sin embargo, sabemos que se escapa y se publica información no corroborada, lo que constituye un error terrible.
Hay que tener verdadero olfato periodístico para poder identificar la historia verdadera, corroborarla y darle luego prominencia y espacio. Un ejemplo de ello fue la publicación del León Fiscalizador, cuya consecuencia fue positiva para el pueblo al enterarse de información valiosa, así como descubrir el proceder municipal y estatal ante las situaciones de emergencia. Pero ¿qué sucede cuando la información que se publica no se puede controlar y se sigue compartiendo por miembros de la red social?
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La pasada semana, cientos de personas compartieron la noticia de la muerte de la esposa de Kobe Bryant. Ello sucede porque los seguidores de la red se convierten en repitentes, no leen y no tienen los criterios claros para la identificación de noticias falsas. De hecho, hay empresas digitales que se dedican a la construcción de noticias falsas porque son bien pagadas. Los periodistas no divulgamos muerte de personas sin corroboración, y en el caso de personas desaparecidas, se necesita una querella activa. Son principios éticos que se deben seguir. Hay que colocarse en el lugar de los familiares y no en el afán de decir primero torpezas que pueden costarle la carrera. Los periodistas ciudadanos, cuya fascinación por documentar en video ha incrementado, deberían seguir esos principios éticos mencionados.
Hago referencia de ello por la prominencia y ajusticiamiento que se le ha hecho al miembro de la red social Facebook que divulgó la fotografía de la joven Alexa. Quizá debió ayudar de otra manera, pero el caso es que él no es culpable del asesinato de Alexa. El sistema social, por la falta de ayuda e identificar al enfermo psiquiátrico a tiempo, fue el que colapsó. Ese joven necesitaba ayuda médica para su enfermedad desde hace mucho tiempo, y más aún cuando no contaba con el respaldo familiar. Si era harta conocida su situación, ¿cómo es posible que los componentes sociales no actuaran?
Todavía más repulsivo es hacer campaña política de la miseria humana. Completamente innecesario el tuit de Pedro Pierluisi y mucho más publicarlo como noticia. Esperamos mejor el mamotreto que contiene su propuesta social y médica para prevenir muertes como la de Alexa. Las autoridades gubernamentales no están identificando ni manejando adecuadamente, a través de la prevención, los crímenes de odio. Tienen que ocurrir situaciones impactantes para que entonces se llame la atención y, ahora, en medio de la campaña electoral, se escuchen voces para salvar un componente social olvidado. Es indispensable que los medios de comunicación le den el tratamiento informativo que requieren estos temas. Para ello se necesita de la intervención de profesionales como recursos que sean fuentes confiables.
El abandono de Alexa debió ser atendido por lo que es: un problema social y médico. No se conoce con certeza el círculo social y familiar de Alexa, pero es obvio que la falta de atención aceleró su afección de salud. Debemos ser más empáticos con el enfermo y procurar buscarle ayuda a tiempo. Bravo por el ciudadano que la ayudaba comprándole alimentos. Triste por demás su final cargado de odio. En nada abona a la solución del caso y de otros más que necesitan un techo y ayuda médica la divulgación del video del asesinato. Al contrario, abona al prejuicio.