Son muchos los apasionados del cine que se preparan en los próximos días para ver la película ganadora en los premios Óscar 2020: Parásitos. Ni caso le hicieron cuando estuvo en cartelera en los conocidos cines de arte que promueven otros contenidos. Presumo que el gusto por entrar se interpuso por ser una película de idioma desconocido o las reseñas periodísticas no fueron lo suficientemente puntiagudas para seducir a la audiencia.
El periodismo especializado en la cinematografía es una rama del periodismo que necesita conocimiento para poder narrar y exponer lecturas o críticas inteligentes. Cuánta verdad nos presenta este peliculón surcoreano que deja a un lado el libreto clichoso hollywoodense para adentrarse en una lectura de alto nivel. La película expone una enfermedad silente, pero visible, que sufren decenas de sociedades en decadencia por la pobreza. No hay que ir a Corea del Sur para entender y valorar la película.
PUBLICIDAD
Primero, miremos a nuestro alrededor y observaremos, precisamente, los parásitos. Además, me parece que es una cachetada al mundo hollywoodense donde solo premiaban las películas de idioma inglés. Con el arraigo que han tenido los culebrones coreanos, era de esperarse que le dieran la oportunidad a un libreto bien construido. Mientras Parásitos hace historia y todos corren a buscarla, nos queda la realidad de las sociedades con cientos de parásitos, donde la nuestra no es la excepción. Los parásitos de Parásitos son los jóvenes que viven bajo un nivel de pobreza, constituyendo una clase social baja que no se da por enterada de lo que podrían ser capaces. ¿Cuántos de nosotros no hemos recurrido a la realidad presentada en la película y personificada por un joven universitario, quien todos los días come lo mismo: arroz, huevos y media cebolla? El limitado menú no es por gusto, sino una realidad que se vive día a día en universidades y hogares. La diferencia está en que, gracias al auspicio privado y la colaboración de decenas de personas, se sirven platos a una población que debe alimentarse para poder estudiar, mientras otros se han acostumbrado a recibir algún dinerito del norte. Otros, tal como el joven de Parásito, prefieren ahorrar para darse algún gusto propio de su edad, como es el wifi. El problema de este sector de la sociedad, que irónicamente es nuestro presente y futuro, es que se están apartando de la sociedad o la movida social que todos conocimos porque nacieron y viven en la pobreza.
El Puerto Rico que yo conocí como adolescente y joven universitaria desapareció. Luego de la crisis fiscal a la que los políticos nos han sometido y el impacto devastador del huracán María, ¿qué nos queda como sociedad? Sí, es cierto que ha habido un empoderamiento de muchos sectores de la sociedad, pero es que no nos queda de otra para poder sobrevivir. Se han cimentado dos sectores: la pobreza en aumento y la consolidación de la élite puertorriqueña y estadounidense, lo que ha provocado desigualdades palpables. Lo que para muchos es una historia original, para este lado del hemisferio, donde parecemos invisibles, es una interpretación magistral de las pesadillas en nuestro diario vivir con un futuro inquietante. Este tipo de entrega cinematográfica, en la que se necesita repensar el contenido para poder entenderla, es una excelente oportunidad para revivir la crítica periodística cinéfila en los medios de comunicación.
Parásitos expone la lucha de dos clases sociales y los malabares que tiene que hacer una familia para sobrevivir la opresión. Las críticas periodísticas cinéfilas sobre el filme ganador han sido humildes al exponer la verdadera problemática social. La coyuntura social, económica y política que atraviesa el mundo es una oportunidad para transformar el periodismo tradicional a un periodismo de crítica y visibilidad de los problemas que sufre la clase social oprimida.