El pasado 16 de diciembre, la gobernadora Wanda Vázquez anunció su aspiración a la gobernación por el Partido Nuevo Progresista, contrario a lo que había anunciado cuando asumió el máximo puesto en el Gobierno. Desde temprano había anticipado que su comportamiento era el de crear empatía con el pueblo diciendo cosas que lucían “políticamente correctas” para, a su vez, propiciar un ambiente en el que “le reclamaran” que se lanzara y así decir que tenía un reclamo, apoyo y que “el pueblo manda y ella obedece”.
Había expuesto en escritos anteriores que hasta Aníbal Acevedo Vilá, en su peor momento político, visitaba pueblos y encontraba personas que le decían que lo estaba haciendo bien y que tenía su apoyo. Esa no es la manera correcta de medir, pero cada cuál decide como mejor entienda. El pasado lunes, expresaba que una situación de emergencia puede “ayudar” a un político en su proyección y aceptación, o hundirlo. También decía que cuanto más se extienda un período de emergencia, mayores probabilidades hay de que se cometan errores. Basta mencionar como ejemplo el período de emergencia y recuperación del huracán María.
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Los terremotos en el sur de la isla iniciaron el 28 de septiembre, pero fueron ignorados de forma general en la isla, en términos de atención, hasta la mañana del 6 de enero pasado cuando varias casas colapsaron. El que siguió el 7 de enero, que acabó con la iglesia de Guayanilla y más residencias, y los que siguieron fueron el “¡anda p’al carajo, esto es más serio!”. Esa primera semana fue el momento de “shock”, cuando la atención está más en “si vuelve a temblar, dónde debo estar y qué hago”, que en si el Gobierno estaba respondiendo asertivamente. Esas primeras noches se dormía donde fuera, pero luego el cansancio y el agotamiento demandaban mayor atención.
Alcaldes penepés y populares comenzaron a destacar la lentitud y la desorganización del Gobierno central, lo que no era buen indicio. El descubrimiento de suministros guardados en un almacén de Ponce tiene, en este momento, comprometida la candidatura de Wanda Vázquez, de cara a la primaria, y potencialmente, de cara a la elección general, si prevalece en junio. Recuerde que aquí, más que por el futuro, se vota por el pasado, por lo que hizo o dejó de hacer X o Y político. Por eso, hemos tenido en los últimos 20 años cambios de gobierno en cada cuatrienio.
Lo que empieza mal, termina mal. La gobernadora ha tenido un serio problema de palabra, que, a su vez, le complica el que el pueblo le crea, y no hablo de una impresión, voy a los hechos. Para empezar, ante todo este escándalo de despidos de jefes de agencia y rechazando que estos tengan que ver con la política, la gobernadora dijo el martes: “Las consideraciones políticas no forman parte de mi gestión gubernamental. Eso lo tienen claro todos. Quien diga lo contrario le falta a la verdad”. Gobernadora, yo digo lo contrario y le muestro solo un botón. Usted nombró a José Sánchez Acosta como secretario de Asuntos Públicos y lo sacó, ¿por qué?. Le recuerdo su propia cita: “En vista de que ha hecho expresiones en el pasado que han afectado a líderes de mi partido”. O sea, tomó una decisión de gobierno, en parte, por un asunto político partidista. Por eso no es creíble cuando dice que no mezcla el gobierno con la política. Sí lo hace.
Estableciendo con un solo ejemplo, utilizando las propias palabras de la gobernadora, que esta emite versiones totalmente contradictorias, vamos a lo ocurrido desde la semana pasada.
Estipulamos que sí toma decisiones de gobierno a base de política partidista, e innegablemente, primaristas. Con ese cuadro en el panorama, el escándalo del almacén en Ponce le dio continuidad a lo que pareció ser el inicio de una “carnicería” primarista de la contienda entre Vázquez y Pedro Pierluisi. La semana pasada el comisionado de Seguros, Javier Rivera Ríos, que preside la Junta de Directores de la Corporación del Fondo del Seguro del Estado, recibió instrucciones de La Fortaleza para que despidiera a Jesús Rodríguez (administrador de la corporación), sin ningún tipo de razón válida. Revelé el lunes que fue amenazado con ser despedido si no botaba a Rodríguez, aunque no hubiese justa causa. Ayer le volaron la cabeza al comisionado de Seguros.
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Ante el escándalo del almacén de Ponce, el domingo, la gobernadora, supongo para “quitarse el mono de encima”, culpó a Carlos Acevedo de lo de la Ciudad Señorial y, de paso, se limpió a Fernando Gil (Vivienda), que también le había expresado que apoyaba a Pierluisi, y a la secretaria de la Familia, Glorimar Andújar. Esta, “casualmente”, llevaba una investigación, supuestamente contra una persona de confianza de la gobernadora. En el caso de Gil, no se brindó explicación el domingo, aunque se dio a entender que tenía que ver con suministros. Tampoco el lunes se dio razón ni el martes en la mañana, hasta que el exsecretario habló en NotiUno 630 y aseguró que nunca lo llamaron para pedirle información de almacenes ni suministros. Luego de esas expresiones, entonces la gobernadora, en evidente desquite, dice que él puso en riesgo fondos federales, y lo envía a Justicia con un referido viejo de Manuel Laboy, a quien, me informan, lo llamaron de La Fortaleza el lunes para preguntarle qué podía brindar de ese referido para hacerlo público y minar las expresiones de Gil. Lo dije el martes en la mañana en radio.
Laboy salió a confirmar la información, pero no dijo a la prensa que antes de eso, desde el Departamento de la Vivienda le habían señalado cuestionables manejos de su dependencia respecto a fondos federales, lo que hace ver su referido sobre Gil como un desquite. De hecho, al parecer, esa situación se resolvió. La gobernadora sabía de esa situación en octubre y no hizo nada; en diciembre mantenía a Gil en su puesto. Luego de este hablar, entonces lo refiere a Justicia. ¿O va a decir la gobernadora, de nuevo, que no sabía nada? No es creíble, gobernadora.
Utilizar el poder del Estado para dejarlo caer sobre personas, ya sea funcionarios públicos o particulares, por cuestiones primaristas o por desquites es un peligro para el pueblo, para el país, para el futuro.