Mucho se dice y se reclama sobre la educación en Puerto Rico. El estribillo “los estudiantes son el futuro” es constante en el discurso público. No obstante, por décadas, el legado de los Gobiernos populares y penepés al país ha sido la traición a las niñas, niños y jóvenes que componen el sistema educativo y universitario.
La crisis institucional, gerencial, operacional —y hasta ética y moral— ha sido la constante cuatrienio tras cuatrienio. La ineptitud e irresponsabilidad en el manejo y atención al programa de educación especial, la negligencia y dejadez con los programas de educación física y bellas artes, la corrupción y malversación de fondos públicos, las diversas formas de privatización de la educación, los golpes frecuentes a las condiciones laborales del magisterio, son claros ejemplos del fracaso gubernamental en la gestión pública del derecho a la educación. Para completar el tétrico cuadro, tenemos cientos de escuelas que, cuando fueron inauguradas, el Gobierno cacareó que eran los nuevos castillos educativos, hoy derrumbados por los recientes eventos sísmicos.
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La universidad pública, nuestra UPR, ha sido también víctima de estos Gobiernos. La politización de su administración, los recortes presupuestarios impuestos por la Junta de Control en complicidad con el Gobierno, la criminalización y la persecución al movimiento estudiantil, el intento de destrucción de su sistema de retiro, la mutilación de programas académicos, el costo de los estudios, la nefasta política de contratación en precario de profesores son múltiples ejemplos de dicha traición histórica de estos Gobiernos.
Para completar, la respuesta a la crisis creada ha sido la “venta” de la educación al mejor postor, el cierre de escuelas y proponer el cierre de recintos universitarios demuestra el más alto grado de desfachatez gubernamental y total deslealtad al derecho humano a la educación.
El más reciente “homenaje” a la política traicionera educativa ha sido el segundo arresto de la ex secretaria/contratista —avalada y confirmada por ambos partidos— develando, una vez más, el pillaje y la destrucción de la educación de nuestra niñez y juventud.
Lo hemos dicho y lo repetimos, para construir la patria nueva, tenemos la obligación de edificar una nueva educación con cimientos de justicia social y responsabilidad pública.