La historia es testigo de primer orden de la inimaginable capacidad que puede manifestar el ser humano para sobreponerse a tragedias, catástrofes, experiencias, límites, etc. El ser humano puede mostrar una altísima capacidad para sobreponerse a devastaciones, pérdidas y experiencias estresantes y dolorosas, y seguir adelante sin perder el sentido de la vida.
Ahora bien, resiliencia no se trata de la capacidad de sufrir y aguantar como un estoico. Más que la capacidad de enfrentar y resistir, la resiliencia es la capacidad de recuperar el estado que se tenía antes del golpe. La resiliencia de la persona permite superar el trauma y reconstruir su vida. De modo que resiliencia no significa invulnerabilidad ni impermeabilidad al estrés o al dolor. Se trata, más bien, del poder de rebotar y recuperarse después de experimentar duras adversidades y experiencias estresantes/traumáticas.
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A más de dos años del paso del huracán María, y a escasos días del evento sísmico de mayor magnitud en los últimos 100 años, si hay algo que podemos destacar sin temor a equivocarnos es la resiliencia que caracteriza a nuestro pueblo. Ante el paso del desastre natural de mayor envergadura en la historia de los Estados Unidos seguido por un terremoto y decenas de réplicas, nuestra gente ha demostrado de qué estamos hechos los puertorriqueños y la capacidad que tenemos no solo para sobrellevar la pérdida, sino de recuperarnos y movernos hacia adelante aún con mayor ímpetu.
Y es que, tal y como dice la canción, ante la adversidad, los puertorriqueños somos “la luz de la mañana que alumbra nuevos caminos”. Es por eso que, aún habiendo sido abatidos por uno de los huracanes más siniestros de la historia y un evento sísmico para el cual no hay forma de prepararse, poco a poco recuperamos la esperanza de un mejor mañana.