La cobertura periodística de historias sobre temas de salud —y ello incluye las muertes por suicidio— debe ser tratada con respeto y sensibilidad. Nunca un periodista debe promover ese delicado tema como espectáculo ni mucho menos promoverlo como una cobertura espectacular.
El tema del intento de suicidio o, llamado correctamente en periodismo como intento no mortal, es un tema que se refiere a la salud mental y que, incluso, la Organización Mundial de la Salud ha pedido a los periodistas que traten correctamente como afección de salud. Cuando surgen estos casos en la sociedad, nunca exenta de padecerlos, la cobertura profesional debe circunscribirse al dato del suceso con cuidado y a la prevención. Sabemos que esa afección la tienen tanto niños como adultos.
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Si nuestro periodismo ayuda a identificar y prevenir desenlaces fatales, estamos haciendo un bien a la sociedad. Hacer de un problema social un espectáculo para atraer audiencias y desinformar es un mal periodismo. Me parece que debemos siempre mirar hacia nuestro rincón, pues, en nuestros hogares, podemos tener familiares con afecciones mentales que merecen ser atendidas y validar su importancia en el núcleo familiar. Si una noticia de esa envergadura no es tratada con el respeto que merece, estamos faltándoles a las familias impactadas por la afección.
La triste noticia de una niña que, presuntamente, trató de quitarse la vida, surgida esta semana, fue tratada por la Policía primero, como un caso común, y luego, como sugerencia para ser tratada la fatídica idea para un libreto de horror hollywoodense. Considero que la Policía debería recibir orientación profesional sobre cómo tratar estos casos y no contestar preguntas impertinentes de comunicadores que exigen detalles inapropiados de la escena hallada. ¿Qué valor informativo tiene para la audiencia detalles sobre cómo la persona intentó suicidarse? No hay por qué ofrecerle ideas a la audiencia de cómo hacerlo. El suicidio es una de las consecuencias más comunes de una depresión mal tratada. Cuando ese tema ocupa los titulares de un medio de comunicación, es importante que se revise la pertinencia del tema. En el caso del periodista, debe procurar seguir la ética sobre la información divulgada. Si el comunicador utiliza el tema de manera sensacionalista, está ocasionando una ofensa para los parientes de la víctima o el enfermo.
Un periodista responsable siempre observa y anticipa las consecuencias de la noticia a divulgar. Tenemos que informar para servir, fiscalizar, educar y ayudar a los demás. Nunca la información debe perjudicar a los parientes de las víctimas. Cuando informamos sobre estos lamentables casos, se debe procurar alertar sobre las causas. Si tratamos el suicidio como lo que es, un problema de salud mental por depresión, la sociedad estará alerta a la sintomatología. Es alertar para salvar vidas y construir sociedades fuertes que vivan en solidaridad y aprecio por los demás.
También merece la pena retomar el tema en las escuelas para detectar casos y prevenir. En las universidades estamos en alerta promoviendo cuidar la vida y refiriendo con premura posibles casos o conductas sospechosas. Muchas vidas se han salvado con la prevención y refiriendo a la persona a un especialista en salud.
Cabe destacar que los medios de comunicación no son expertos en conducta humana ni mucho menos especialistas en medicina, por lo cual la prudencia es uno de los valores a seguir. Cada periodista tiene el poder de transmitir información valiosa y no despachar los acontecimientos de intento no mortal como una situación simple. El lenguaje que se utilice para escribir sobre estos casos debe ser muy cuidadoso.
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Cambiemos el lenguaje y tratemos el acontecimiento como una afección, a llamarse intento no mortal o muerte por suicidio. Hablar y tratar correctamente son dos herramientas valiosas que imparten respeto en la profesión.