Hagamos un pequeño resumen. El presidente de los Estados Unidos dijo que durante una llamada telefónica del 25 de julio no ejerció presión sobre el presidente ucraniano Volodimir Zelenski para investigar a la familia del rival político y exvicepresidente Joe Biden. Fue “una llamada telefónica absolutamente perfecta”, dijo el presidente Trump. “Nadie me presionó”, dijo Zelensky.
Por su parte, el abogado del presidente Trump, Pat Cipollone, envió una carta de ocho páginas a los líderes demócratas de la Cámara de Representantes esta semana para tratar de desacreditar la investigación e informar que el presidente no cooperará con esta, argumentando que es inconstitucional.
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Al negarse a cooperar con la investigación de juicio político, el presidente está, una vez más, afirmando autoridad que, simplemente, no tiene en virtud de la Constitución. Su intención es clara: socavar la autoridad constitucional del Congreso a los ojos del público y pintarse como víctima de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, y de la “izquierda radical” que alega se ha apoderado del Partido Demócrata. “Acusen a Pelosi”, dice. “Acusen al presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes Adam B. Schiff”, dice el presidente. “Traición”, grita por Twitter.
Ante esto, hay que preguntarse si al presidente le brota espuma por la boca mientras tuitea o si esto es otra de sus movidas fríamente calculadas para manipular la opinión pública. Es sorprendente que tantos republicanos, tanto los funcionarios electos como los votantes que aún apoyan al presidente, estén tan dispuestos a ignorar un acto tan atroz. La izquierda a menudo es acusada de “síndrome de trastorno de Trump”, supuestamente tan cegados por su odio hacia el presidente que se han vuelto locos.
¿Cuál es el nombre de la afección que padecen las personas tan cegadas por su lealtad a Trump y las teorías de conspiración que creen que ven la ropa del emperador? Eso también es una especie de trastorno. En pocas palabras, el presidente de los Estados Unidos pidió a otros países que ayudaran a empañar a un rival político para lograr su reelección. Es tan sencillo como eso y debería ser el final de la presidencia.