Si algo aprendimos del huracán María, es que el Gobierno mintió al no tener un plan estructurado de respuesta, que la ayuda federal no llegó completamente, que se burlaron de nuestros muertos y que es mejor la salvación individual, pues no podemos esperar nada del Gobierno.
No sé si es algo cultural, pero por más que se reitera mantener el plan de emergencia del hogar y comprar suministros a tiempo, el puertorriqueño deja todo para última hora. Todo ello sin mencionar que vivimos en la desconfianza de pronósticos y ayuda gubernamental.
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Es como caer nuevamente en un abismo y reiterar en la soledad de la noche: “La salvación es individual”. Ya que las agencias a cargo de seguridad han señalado que están más que preparadas y la flamante secretaria de la Gobernación aseguró que, luego de múltiples reuniones, pudo constatar que hay un plan de emergencia, entonces es necesario que la prensa pregunte en qué se basa este, con detalles, y cómo se ejecutará. La poca credibilidad gubernamental hace dudar.
No se puede esperar que el Gobierno y sus agencias de seguridad salven al país cuando, a dos años del huracán más catastrófico de la era moderna, hay decenas de familias sin hogar seguro, se va el servicio de electricidad a diario y los ciudadanos esperan aún el desembolso de las compañías de seguro. Literalmente, hay más de 30 mil casas con toldos azules y sin ayuda para reparación.
Hay temor por la seguridad alimentaria luego de la escasez vivida por meses. Y ni hablar de las agencias que se supone que tengan al día los servicios que promueven la calidad de vida. La inseguridad está a flor de piel. Por eso es la estampida a los supermercados en la búsqueda de alimentos y agua. Dudo mucho que, a estas alturas, algún residente en Puerto Rico no sepa cómo prepararse adecuadamente para un fenómeno atmosférico, pero el terror que se siente de tener que pasar por el largo periodo de recuperación sin energía eléctrica, agua, largas filas para conseguir alimentos, medicinas y gasolina justifica la histeria colectiva.
Los medios de comunicación que están cubriendo la conferencia de prensa del Gobierno en la Agencia Estatal para el Manejo de Emergencias deberían hacer las preguntas pertinentes. Es decir, enfocarse en cómo cada municipio responderá, pues han sido los alcaldes los gladiadores en las emergencias, como debe ser, y son los encargados de la primera respuesta. No pueden esperar que el Gobierno central les resuelva todo. Primero tendría que organizarse, y me consta que la gobernadora está tratando, pero son tantos los problemas encontrados que no sabemos donde está el horizonte.
Olvídese de si la incumbente Wanda Vázquez tiene o no el conocido abrigo de emergencia. Mejor preguntemos sobre la canalización de servicios para mantener la seguridad y la calidad de vida durante y después de la emergencia. ¿Cómo es posible que, durante la preparación, el radar de meteorología, que supuestamente es nuevo, ya esté fuera de servicio? A nuestros meteorólogos, muy preparados todos, prudencia y verdad ante todo, pues queremos sentirnos seguros al escucharlos. Una locución firme, modulada y sosegada nos ayuda a calmar la ansiedad. Insistir en el reto de respuesta es sumamente importante, pues queremos saber cuándo regresará la normalidad.
Por eso es tan importante que los periodistas den seguimiento a las historias trabajadas, y asegurarse de que los alcaldes y el Gobierno central estén haciendo lo que les corresponde y por lo cual se les paga. Ojo a la Agencia Estatal para el Manejo de Emergencias: hace apenas tres semanas probó su incapacidad para responder a emergencias tras optar por intereses político- partidistas en lugar de la vida. La lenta recuperación que nos espera en cualquier situación emergente me lleva a pensar si en efecto los periodistas estamos siendo suficientemente incisivos para exigir respuestas que aclaren las dudas que tiene el pueblo y recordarle a Manejo de Emergencias que los planes de emergencia nunca son secretos.