Una vez más, este Gobierno —y otras administraciones— manipula las cifras de empleo y desempleo para pintar una imagen falsa sobre la realidad del país. La actual secretaria del Trabajo distorsiona la verdad cuando celebra lo que no hay que celebrar, porque, en realidad, el país tiene alrededor de 21 % menos puestos de trabajo que en el año 2007, cuando el número de personas empleadas llegó a 1,267,000. Por lo tanto, si el número de personas que se registran como desempleados disminuye, entonces la estadística de la tasa de desempleo aparecerá más baja, lo que daría la impresión de que “hay menos desempleados”, cuando en realidad hay menos personas registradas como desempleadas.
La forma en que el DTRH computa el número de desempleados es mediante el registro de las personas que acuden a una de sus oficinas y notifican que han quedado desempleados o que están buscando trabajo activamente y no lo consiguen. Es decir, las personas que se quedan en su casa y no buscan trabajo activamente, y no se registran como desempleados, no se cuentan en las estadísticas de desempleo.
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Lo anterior nos lleva a que Puerto Rico tenga la tasa de participación laboral más baja del mundo (40 %), lo que significa que en este país, solo 4 de cada 10 personas de 16 años o más, se presentan al mercado laboral y son parte de la fuerza obrera o el grupo trabajador. Dentro de ese 40 % es que se obtiene la estadística de desempleo; es decir, entre los que están buscando trabajo activamente y no lo consiguen, según el registro del DTRH. Aun con la estadística del 41.7 % de tasa de participación laboral que anuncia con bombos y platillos la actual secretaria del DTRH, esta sigue siendo una de las tasas más bajas del mundo y, por consiguiente, no sorprende que esa tasa vuelva al 39 % o al 40 % en cualquiera de los meses subsiguientes.
Con estas estadísticas engañosas y manipuladas, el Gobierno pretende distorsionar la realidad, la quiebra económica y social, la emigración constante, los empleos precarios, la economía informal. No necesitamos más demagogia. Lo que hace falta es un nuevo país con los poderes necesarios para reconstruirlo.