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Por qué te debes oponer a la reforma electoral

Lea la opinión de Armando Valdés

Esta semana, comenzó la discusión pública sobre la reforma electoral. Aunque luzca como un tema muy técnico y “de abogados”, resulta imprescindible que tú te insertes en la discusión de esta iniciativa. En juego está tu derecho a decidir sobre tu futuro. Un derecho que te toca ejercer solo una vez cada cuatro años. Cuando la semana anterior debatíamos apasionadamente sobre un proyecto de ley que pretendía permitirles a ciertos empleados públicos discriminar en contra de personas cuyos estilos de vida u orientación sexual no les agradaran, los únicos recursos que teníamos para combatir ese agravio eran nuestra libertad de expresión y la promesa de pasarles factura a quienes atentaran contra el pueblo en las próximas elecciones. Imagínate, entonces, cómo actuarían quienes hoy gobiernan si te negaran tu derecho a votarles en contra.

Precisamente, eso es lo que está detrás de la reforma electoral: una intentona contra tu voluntad de lograr un cambio; un golpe de Estado para asegurarles el poder a quienes no creen posible ganar los próximos comicios en buena lid. A continuación, enumero varias razones por las cuales debes oponerte a esta iniciativa.

1) La presentó Thomas Rivera Schatz – No creo que tenga que explicar demasiado sobre este punto. El tiburón blanco no es de fiar. Ha traicionado a líderes de su propio partido. Su estilo, acciones y retórica son de corte autoritario. Su sed de poder es conocida. Y su uso de ese poder, sea para proteger a sus allegados, para la repartición de contratos a familiares de senadores, para la compra de conciencias, para la contratación de fantasmas y para la instalación de fastuosos monumentos, deja mucho que desear. La negociación no es posible con quien pretende legalizar la trampa. Un proyecto para reformar las leyes electorales de Puerto Rico que brote de su inventiva es un palo que nació dobla’o y hay que arrancarlo de raíz.

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2) Le pretende dar más control a un solo partido – Si el primer punto no es suficiente para convencerte, considera cómo pretenden nombrar a quien preside la Comisión Estatal de Elecciones. En la actualidad, los comisionados electorales de los distintos partidos tienen la prerrogativa de llegar a un consenso sobre quien será el presidente del cuerpo rector de nuestros procesos electorales. En teoría, al haber desconfianza entre los distintos partidos, lograr un consenso entre ellos sobre este punto garantiza que quien esté a cargo sobre cómo se cuentan tus votos y los de tus vecinos sea una persona de la mayor integridad y confiabilidad. El sistema no es perfecto. El desacreditado exjuez Rafael Ramos Sáenz fue confirmado por los tres partidos. Sin embargo, es mejor que entregarles todo el poder a personas allegadas a un solo partido y es esa la intención de Rivera Schatz al asignarle a la mayoría del Tribunal Supremo  —dominado por jueces nombrados por gobernadores del PNP— el deber de tal nombramiento.

3) No habría confianza en el resultado – El uso de más tecnología y la modernización de los servicios públicos son metas loables. Sin embargo, no son principios rectores de por sí de un sistema electoral. Las máquinas de escrutinio electrónico fueron un gran paso de avance. Aun así, estamos hoy sin los recursos para darles mantenimiento y asegurar que puedan emplearse nuevamente en las elecciones del año próximo. En la reforma propuesta por Rivera Schatz, se pretende abrir la puerta al voto por internet sin considerar los elevados costos de montar un sistema de votación que tenga el más mínimo grado de fiabilidad. Consideremos que esta propuesta dejaría desprovisto al elector de una evidencia física —una papeleta— que muestre su verdadera intención. Se hace posible también la intervención de actores locales y extranjeros que quieran dirigir el resultado electoral, similar a la experiencia de EE. UU. con Rusia.

En fin, tenemos un sistema que, desde al menos el 1984, ha producido resultados democráticos que no han sido disputados por quienes no resultaron favorecidos. Debes, entonces, ver con recelo cualquier propuesta, unilateral, que pretenda cambiar ese sistema.

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