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Revisando herramientas periodísticas

Lea la opinión de la periodista Mariliana Torres

Una de las herramientas más efectivas en el trabajo diario de un periodista es la calle. Ir al lugar de los hechos y observar proporciona datos enriquecedores en la redacción de la historia periodística. Además, ayuda a contrastar datos e identificar testimonios que esclarecerán lo que hasta el momento se conocía. Desde el escritorio podemos entregar una historia periodística, pero estaría incompleta, pues falta observar y escuchar de primera mano. Estas son dos herramientas indispensables.

Para nuestra fortuna, hay otros elementos que se pueden utilizar en esta era. Por ejemplo, las redes sociales ofrecen videos, testimoniales y antecedentes que ayudan en el trabajo de contar la historia. El problema está cuando el llamado periodista se ciñe únicamente en esas herramientas. Lo que se dijo en las redes sociales son sencillamente versiones sin contrastar. Si usted desea incorporarlas en su entrega, debe corroborar la información con fuentes de información confiables. He observado que la nueva ola de periodistas ocupa más su mente en el tráfico que pueda generar su historia que en la calidad del contenido entregado. Ello es muy peligroso debido a que es un tiro certero a los valores de la información y a su credibilidad como comunicador.

El principal activo de un periodista es su credibilidad, cuyo crecimiento se basa en la autenticidad de la información, fuentes de información verdaderas, análisis y contrastación de datos. Entonces, conociendo ello, cómo se permite que a una persona, a quien no llamaré periodista, le permitan entregar una nota sin observar lo que ocurrió ni conversar con fuentes de información vitales. Lo que menciono ocurre en su mayoría en la noticia diaria. Diferente es el caso de la noticia de guerra e internacional, pues debido a la carencia de corresponsales activos, los medios de comunicación en Puerto Rico tienen que recurrir a los contenidos generados por agencias sobre esos temas. No es lo mismo cubrir lo que está ocurriendo en Venezuela, desde el escritorio, que estar en la protesta escuchando las partes involucradas. No es lo mismo recurrir al copy/paste de los números de la Bolsa de Valores que estar en el lugar escuchando las inversiones.

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He escuchado jóvenes que dicen que quieren ser periodistas, pero luego de la primera cobertura en la calle siendo estudiantes consideran que no es lo suyo. Y eso no está mal. Qué bueno que se dieron cuenta. Eso de estar ocho horas en plantones, en ocasiones sin comer ni dormir, o no tener hora de salida y doblar turno no es lo suyo. Mucho menos sacrificar la familia o pensar en no tenerla. La profesión es sacrificada, por ello se necesitan personas comprometidas y dispuestas a buscar la verdad sin miedo.

Con tantos problemas que ha tenido el periodismo por los falsos mediáticos que han provocado una ola de críticos y odio contra quien transmite seriamente, lo menos que necesitamos son personas no comprometidas y mucho menos personas que hagan de la noticia un espectáculo, con tal de aparecer en las redes sociales.  Fíjese que la información siempre ha estado allí, lo que sucede es que hoy día se diversifica el modo de transmitir. Ello se confunde con las maneras de informar. Por ello observamos el incremento de la noticia como espectáculo o transgrediendo al campo del influyente cuando el comunicador no lo es. Si hay algo que debe tener nuestra caja de herramientas periodística es el rigor. No pueden permitirse historias como si fuera una fábrica de enlatados. El hecho que estemos viviendo la digitalización y adelantos tecnológicos en todo su esplendor no significa notas apresuradas, sin sentido, sin valores informativos y sin propósito.

Mi gente, hay que salir de la sala de redacción, hay que salir del salón de clase, hay que hablar con la gente, leer su lenguaje corporal, ayudar a quien lo necesite, descubrir la verdad, observar y escuchar a la víctima y al victimario. Hay que ver el rostro de nuestra profesión.

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