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Diálogo con Don Eleuterio

Lea la opinión de Leo Aldridge

Durante las pasadas décadas, gran parte del discurso estadista ha ido cambiando radicalmente. No pasó de súbito. Por el contrario, sucedió poco a poco, como una gotita de agua que cae sobre una roca.

Ya no vemos tantos don Eleuterios que piensan que cada vez que pasa un americano por el lado tenemos que decirle “I´m sorry”. Ya no son tantos los que viven plenamente agradecidos de la generosidad del Tío Sam. Ahora, en cambio, es cada vez más común que los estadistas miren al Tío Sam de frente y le cuestionen el porqué del trato distinto y discriminatorio.

Pedro Rosselló fue quien enmarcó la búsqueda por la estadidad como un asunto de “derechos civiles” y de “igualdad”. Quizás estamos ante la zafra de aquella semilla cosechada.

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Don Eleuterio Quiñones, el personaje que Sunshine Logroño ha protagonizado por las pasadas tres décadas, piensa, sin embargo, que este nuevo discurso no es un adelanto, sino síntomas de lo que él llama “la mala crianza estadista”.

Don Eleuterio, gracias por concederme esta entrevista.

—¡Aldridge! Me gusta ese nombre americano, Dios te bendiga. Es un nombre americano, se ve superación, pareces americanito. Dios te dio una bendición de parecer americano y tener un nombre americano. Eso es una bendición. No seas malcriau como Roy Brown, que tras que Dios lo hizo americano se fue con los independentistas. Yo te veo en el programa ese de Jugando con las pelotas dura.

Recientemente, estaba conversando en radio con Carlos Díaz Olivo sobre la posibilidad de que usted…

—Ufff, Díaz Olivo, eminencia, muy amigo mío.

Mire a ver si piensa igual después de esto que le voy a decir. Díaz Olivo sostiene que usted podría, incluso, ser popular. Él dice que el servilismo hacia el americano, el abrirle las puertas sin cuestionarle ni exigirle nada, todo eso arreció con Muñoz Marín y con el ELA. Don Eleuterio, ¿podría ser popular?

—Jamás. Antes muerto. Yo quiero mucho a Carlitos, pero parece que estaba medicado cuando dijo eso. Él sabe que más americano que yo no hay nadie en Puerto Rico. Doña Miriam y yo somos los más americanos que hay en Puerto Rico.

La gente que piensa como usted en el movimiento estadista ya no es tanta. Ahora hay un discurso de mirar al americano de frente y decirle: “Yo soy tu igual”, y tengo derechos civiles. Ese servilismo y ese “I´m sorry” suyo parece ser cosa del pasado.

—Ajá, pero mira lo que está pasando. Trump le está metiendo los dientes a Puerto Rico. No nos está dando los chavos y no nos lo va a dar. No nos están dando na’. Y eso son los resultados de la malacrianza estadista. Eso no se hace. Tú tienes que ser humilde para que te des a respetar.

El gobernador Ricardo Rosselló, ¿está en ese grupo de lo que usted llama la “mala crianza estadista”?

—Oh sí, él es el líder de la mala crianza estadista. Ese muchacho tiene que aprender a respetar. ¿Cómo tú le vas a decir al presidente de la nación de la cual tú quieres ser parte que le vas a meter un puño? Tampoco le pueden tirar a la Junta de Control Fiscal. ¿Sabes quién nombró a la Junta? El Congreso. O sea, papá. Los nombró papá. Los enviaron para protegernos. Para hacer una quiebrita, porque si no, nos hubieran ya vendido El Morro y El Yunque. Y le tiramos a la Junta, bendito sea Dios. Que malagradecidos somos.

Pero don Eleuterio, El Morro y El Yunque ya están ambos bajo el control del Gobierno de Estados Unidos.

—Ah, ¿eso es de ellos? Gracias a Dios. Si no, ya hubiese habido unos kioskos de fritanga allí. Hubiese sido una ruta de chinchorreo.

Cuando usted se topa con un americano, ¿qué hace usted?

—Le digo “I´m sorry”.

Pero ¿por qué pide usted disculpas?

—Por todo lo que les hemos hecho. Bendito sea Dios. La medalla de oro esa de Puig. ¿Tú no crees que un puertorriqueño agradecido se hubiese dejado ganar del americano? Puerto Rico no es una nación. Puerto Rico es un mogote en el Caribe.

Si hay dos finalistas para Miss Universe, la de Puerto Rico y la de Estados Unidos, ¿qué debe entonces hacer la de Puerto Rico?

—Hacerse la bruta. Contestar mal. Dejar que la americana florezca para que vea lo agradecidos que somos.

Yo creo que el americano respeta más a quien se para firme y lo trata de igual a igual.

—No, hombre, no. Tú, al Gobierno americano, no le dices que somos iguales. El puertorriqueño jamás será igual al americano. ¿Sabes por qué? Porque el puertorriqueño, por ejemplo, no quiere dejar de matar lechones y comer lechones.

Don Eleuterio, eso no tiene nada que ver. Allá se come muchísimo puerco también.

—Es de otra manera. Costillitas finas con salsitas. No hay que ver a ese cadáver del puerco dando vueltas con ese tubo atravesau. ¡Eso está mal!

¿Qué usted hace si nos sueltan, si nos dan la independencia?

—Yo me voy.

Muchos se fueron después del huracán María. ¿Por qué usted no se marchó?

—Porque tengo un trabajo de evangelización. Puerto Rico está lleno de brutos. El único faro de luz que tiene el estadista en Puerto Rico soy yo.

Usted dice que el gobernador Rosselló es el líder de la mala crianza estadista. ¿Votaría usted por un popular para sacarlo del medio?

—¡No, no, no! Yo seguiría con él, aunque sea malcriau. A los nenes malcriaus hay que orientarlos. Hay que decirle: “Mira, mijo, no seas tan picú. Sé más humilde”. Pero yo jamás votaría popular. Muchacho, primero me amputo una mano antes de hacerle una cruz a la Pava. Reprende, Señor. Sigo con Ricky, pero me queda trabajo de evangelización porque la mala crianza estadista hay que pararla. Tenemos que volver a los tiempos del “I´m sorry”.

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