Dicen que el que se acuesta con perros amanece con pulgas. Este refrán pueblerino podemos aplicarlo al giro que ha dado el PPD hacia la independencia, con independentistas disfrazados de populares (a los que llaman soberanistas) liderando todo tipo de encuesta o sondeo primarista de esa colectividad. Por sus pronunciamientos y la forma de proceder, queda claro que Carmen Yulín, David Bernier, y Charlie Delgado cualifican como lo que el exgobernador Rafael Hernández Colón en su día tildó de “plumitas liberales”. Ante la realidad de que este grupo de soberanistas se apresta a quedarse con ese partido, empujando la república asociada por la cocina, podríamos decir que, en este caso, el PPD se acostó con pájaros y amaneció “espluma’o”.
A pesar de que la guerra fratricida entre estadolibristas y soberanistas dentro de la Pava es un asunto interno que debe dilucidarse entre populares, no es menos cierto que, por ser la manzana de la discordia un tema que nos afecta como pueblo, debemos aprovechar esta coyuntura para discutir el futuro de la isla, particularmente nuestra relación con la nación a la que pertenecemos desde 1898, y a lo que se reducirá la elección general del 2020.
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Lo cierto es que cada defensa que realizan los “soberanistas” a la fórmula que favorecen viene acompañada de un ataque a la estadidad. Por ello, los estadistas tenemos que estar listos para desenmascarar al nuevo liderato soberanista del PPD y las mentiras que intentan sembrar en la psiquis de los puertorriqueños.
Por muchos años, se ha tratado de adoctrinar a los puertorriqueños sobre las “virtudes” del ELA y cómo el sistema en el que vivimos es “lo mejor de dos mundos”. Los sucesos de estos pasados años son la mejor evidencia de que esos discursos eran meras bolas de humo, espejismos y falacias sobre una “relación única” que ha quedado desmentida. De hecho, la crisis económica que llevó a la imposición de la Junta por parte del Congreso es el resultado directo de la incapacidad de desarrollo del ELA.
El modelo económico del ELA ha dependido principalmente de los beneficios contributivos que el Congreso les otorga a ciertas empresas americanas que operan desde la isla. En el momento en que el Gobierno federal decidió, de manera unilateral, dada la relación colonial entre Puerto Rico y Estados Unidos, poner fin a ese tipo de incentivos, el Gobierno de Puerto Rico no contó con mollero alguno para detener dicha determinación. Como toda colonia, en ese momento estuvimos a la merced de la determinación unilateral de la metrópolis, al igual que lo estamos hoy día bajo el mandato de la Junta.
La falta de herramientas para desarrollar incentivos económicos que compitan con otras jurisdicciones, dentro y fuera de la nación americana, provocó que nos quedemos atrás y veamos países que antes mirábamos por encima del hombro, como República Dominicana, pasándonos por el lado y desarrollándose a un ritmo que hoy día envidiamos.
La falta de crecimiento económico ha provocado que carezcamos de los recursos para pagar las deudas que se asumieron en gran parte para palear gastos que nos requieren los estándares con los que tenemos que cumplir como jurisdicción americana regida por las leyes federales. En cambio, en otras jurisdicciones de la nación americana, los gastos que financiamos con dinero del Gobierno local son financiados con transferencias de fondos federales a los que tienen derecho por el mero hecho de ser estados. En Puerto Rico, vivimos con un presupuesto de un Volkswagen de los ochenta, pero tenemos que pagar piezas de un Mercedes Benz del año.
Ante el hecho de que tenemos que la Junta fue impuesta por el Congreso y está aquí para quedarse, debemos entonces movernos decididamente en dos frentes paralelos. Por un lado, debemos demostrar capacidad para administrar el aparato gubernamental de tal forma que el contribuyente, el comerciante, el inversionista y el mundo entero vuelvan a creer en Puerto Rico; mientras que, por otro, debemos recordarle al electorado que la lucha por la estadidad, con la presentación de candidatos soberanistas liderando la plancha del PPD, se dará nuevamente en la elección general del 2020. Aunque la lápida del ELA ya está escrita, los candidatos del PPD están en la mejor disposición de darle respiración artificial al ELA y, tras bastidores, encaminar a la isla hacia la independencia. Nosotros tenemos el deber como ciudadanos de sepultar de una vez y por todas ese “muerto” que promueve el PPD; de no hacerlo, ese muerto acabará llevando a nuestro pueblo a la tumba.