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Microagresiones: Tan comunes como el arroz blanco

Lea la columna de opinión de Marta Michelle Colón

¿Te has preguntado cuántas microagresiones cometes al día? ¿Conoces a alguien que continuamente comete desaires e insultos cotidianos? ¿Has sido víctima de hostilidad verbal o no verbal?

Hoy día, las microagresiones son muy comunes. Sin embargo, aunque, en ocasiones, son intencionales, pero en momentos particulares, son reacciones involuntarias. ¿Por qué es importante reconocerlas? Por el impacto que tienen emocional, física y económicamente en las organizaciones,  y peor aún, en la vida de quienes nos rodean.

Hace unos años, en un almuerzo de negocios, una colega sugirió que yo modificara la manera de vestirme y mi color de pelo, pues era demasiado conservador. ¿Qué ocurrió? Ciertamente, yo no cambié nada en mi estilo y se nos hizo claro que esta colega era una bully y explícitamente microagredía a otros por su propia inseguridad.

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Hace unas semanas, al dilucidar el concepto de una conferencia, se planteó tener un equilibrio de género entre los conferenciantes. Uno de los participantes comentó, con humor y abiertamente, que no entendía por qué para todo necesitaba existir un equilibrio en género si, al final del día, los hombres trabajaban más que las mujeres. En un grupo de doce personas, solo una persona se tomó el tiempo para explicarle abiertamente por qué su comentario estuvo fuera de lugar, lo que significa inclusión, y cómo su comentario afecta negativamente a otros. ¿Cómo hemos llegado ahí y cómo podemos erradicarlo? Necesitamos dos avenidas:

Educarnos más sobre estos temas y no perpetuarlo. Es increíble cómo en el siglo XXI, las familias, comunidades y ambientes de trabajo continúan permitiendo estas narrativas que perpetúan el prejuicio de forma implícita y explícita. En días recientes, un joven de décimo grado le gritaba a un niño de tercer grado que era un nigger. ¿Que está aprendiendo ese joven en su hogar? Ese joven (y sus padres), ¿comprenderán que, en el futuro, esas conductas solo troncharán sus oportunidades?

Identificar cuando nos ocurren o les ocurren a otros y expresar nuestro parecer. Una serie de investigaciones validan que las microagresiones pueden conducir a un aumento de los niveles de depresión, ansiedad y trauma. Por eso, la importancia de sentir empoderamiento para erradicarlas.

Necesitamos tener agallas y, de manera asertiva y positiva, manejar estas situaciones. Cuando permitimos que les ocurran a quienes nos rodean, nos convertimos en ofensores. Y cuando nos ocurren a nosotros, y no decimos nada, estamos permitiendo que se perpetúen.

Durante mis presentaciones, cuando pregunto si alguien tiene un comentario y alguien siente la libertad de expresarlo, siempre alguien interrumpe. Inmediatamente, yo planteo que quien está hablando no necesita que terminen su oración y que, una vez la persona termine de hablar, atendemos el próximo comentario. ¿Por qué lo hago? Porque he aprendido a plantear lo que deseo, sin que nadie me interrumpa, y son destrezas que yo quiero pasarles a otros. ¿Y tú, como lo haces?

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