Hace 15 años, Puerto Rico recibió algo que pocos países pueden soñar: un terreno equivalente en tamaño a la mitad de Manhattan, con la pista aérea más larga del Caribe, y edificios en los que habitaban 17,000 personas. Las posibilidades para Roosevelt Roads eran infinitas.
El imaginario burocrático — rojo y azul— floreció: haríamos un nuevo Disney World con pronunciadas montañas rusas, o, mejor, llegarían megayates que podríamos ver a la distancia los que somos born losers. Después de todo, such is life.
PUBLICIDAD
Pero nunca llegó Mickey al reino mágico ni el tío Rico, en el yate. Así que ahora apostemos por la otra dimensión: lanzar cohetes al espacio.
El Departamento de Desarrollo Económico y la Autoridad de Puertos —comandado ahora por Anthony Maceira, el portavoz de Fortaleza— otorgaron un contrato de $75,000 a la empresa Reynolds Smith & Hills para que averigüen si podemos lanzar cohetes desde Roosevelt Roads. El estudio, de acuerdo con el contrato, “proveerá una descripción general de los requisitos de licenciamiento y permisos y evaluará la viabilidad de que el aeropuerto José Aponte de la Torre se convierta en la base de esas operaciones… y también identificará las metas, objetivos e instalaciones requeridas o propuestas para las operaciones de un puerto espacial”.
Nos indignamos tanto y tan frecuentemente que ya casi estamos inmunes. El contratito de $75,000 no nos inquieta demasiado, pues es una relativa chavería dentro del mar de despilfarro. Lo que denota este nuevo episodio, sin embargo, es que, como país, verdaderamente no tenemos la más mínima idea de qué hacer con ese regalo que nos cayó en las manos hace 15 años cuando el Navy se fue de Roosevelt Roads.
Me sospecho —y quisiera equivocarme— que el “puerto espacial” propuesto correrá la misma suerte que “la Riviera del Caribe” de Fortuño. Correrá también la misma suerte que la idea del “Master Developer” bajo la pasada administración de Alejandro García Padilla, que lo único que logró fue meter unos barcos que iban a desmantelar y allí están todavía esperando que alguien se los lleve. La gente de Ricardo Rosselló soñó al principio —y quién puede culparlos— con un Disney criollo con verdaderos Piratas del Caribe, pero ya entrando en años, como les pasa a los adultos, moderaron las ilusiones y se conformaron con un call center. (Ojo: este no es el mismo call center del Negociado de Ciencias Forenses donde uno llama a procurar por el cadáver de un ser querido, este de Roosevelt Roads es otro). Ah, también se logró un Food Truck Center para comer tripletas gourmet en lo que una vez fue el Centro de Operaciones del Comando Sur de la Marina de Estados Unidos.
Desde la aprobación de la Ley Núm. 508 de 2004, tanto el Gobierno federal como el Gobierno de Puerto Rico han invertido millones de dólares todos los años en la Autoridad para el redesarrollo de los terrenos e instalaciones de la estación naval Roosevelt Roads. Solo en el actual presupuesto recomendado por el gobernador Rosselló se propuso gastar $2.3 millones en su operación.
PUBLICIDAD
Durante gran parte del siglo XX, gran parte de la población puertorriqueña anhelaba tener de vuelta terrenos claves y estratégicos como Roosevelt Roads, que habían sido utilizados por las fuerzas armadas estadounidenses. Pero ¿para qué lo queríamos? En 15 años, no hemos logrado desarrollar a Roosevelt Roads como punta de lanza para la economía del este de la isla. Nuestros Gobiernos imaginaron proyectos descomunales y exorbitantes, pero no se ejecutó nada. Bueno, quizás el call center, que también podría estar en precario porque, si finalmente lanzamos cohetes, los del call center no van a poder oír bien las llamadas y tendrán que matar el tiempo en los food trucks.
Pero no hay por qué ser pesimista. Si en efecto logramos lanzar los cohetes, podremos ver desde el espacio si se acumulan cajas de agua en una pista aledaña, allí mismo en Roosevelt Roads. Ah, y quizás, mirando desde un cohete en el espacio lanzado desde Roosevelt Roads, podamos de una vez y por todas descifrar, para beneficio de nuestro canciller Luis Rivera Marín, por dónde es que anda el avióooooon.