El Gobierno, en relación con las estadísticas laborales, realiza dos tipos de encuesta: la primera visitando establecimientos y la segunda a viviendas. La primera es más limitada porque recibe datos de una muestra de negocios y oficinas de distintos sectores de nuestra economía. La segunda es más abarcadora porque, a pesar de ser también una muestra, incluye a las personas con negocios propios y a los asalariados agrícolas.
De manera muy conveniente, el actual secretario —al igual que todos anteriores— presenta públicamente los resultados de la primera o de la segunda encuesta, según le convenga. Nos dice que en diciembre de 2018 había 15,000 empleados más que en diciembre de 2017. ¡Por supuesto que tenía que haber más empleados, si en diciembre de 2017 el país estaba apenas comenzando el proceso de recuperación después del huracán María! Nada que celebrar. A paso seguido se informa que la tasa de participación laboral “aumentó” a 40.8 %. Lo que no dice el secretario es que esa tasa es la más baja del mundo. Es decir, en Puerto Rico de cada 100 personas de 16 años o más, solo 41 se presenta en el mercado laboral. Para comparar, el promedio para América Latina es de 56 %, y en Estados Unidos es de 60 %. Por lo tanto, la torpeza del secretario es que sigue celebrando lo que a todas luces es un fracaso de nuestra economía colonial, y esto ha sido así por más de treinta años consecutivos.
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El decir que la tasa de desempleo de 8.3 % es un éxito resulta en una manipulación estadística, porque lo que eso significa es que hay menos personas que se registran como desempleadas en las oficinas del DTRH (es decir, que van y se anotan como desempleados). Por lo tanto, esa estadística no incluye a quienes están sin trabajar, pero no se registran en el DTRH. Por lo tanto, el grupo de desplazados o marginados de los procesos productivos en Puerto Rico es creciente y altamente preocupante, lo que se refleja precisamente en la baja tasa de participación laboral. Engañan al país y se engañan ellos mismos.
Aquí no hay ningún “buen paso hacia la recuperación y fortalecimiento de nuestra fuerza laboral”, como alega el secretario. Veamos los datos históricos: al 30 de junio de 2007 en PR había 1,263,000 personas empleadas. Esa cifra bajó a 1,000,000 a principios del año 2018 y ahora se nos informa que está en 990,000. Es decir, se han perdido sobre una quinta parte de los puestos de trabajo permanentes en 11 años (273,000 puestos) y el secretario celebra que, comparado con diciembre de 2017 (a dos meses del huracán María), el país está mejor porque, en diciembre de 2018, la cifra aumentó en 15,000 empleados. Tampoco dice el secretario que la eliminación de casi 22 % de los puestos de trabajo en 11 años es la tendencia más dramática y más preocupante en nuestra historia moderna. Jamás el país había pasado por una situación como esa desde la Gran Depresión de la década del treinta.
Es vergonzoso que los Secretarios del Trabajo del país no reconozcan que esta es una economía que está sumergida en la más profunda depresión en tiempos modernos. Mientras no tengamos control sobre la planificación económica del país mediante los poderes que otorga la independencia, no lograremos revertir la peligrosa tendencia de contracción de nuestra economía. Sin esa “caja de herramientas” que nos da la independencia continuaremos en esta crisis fiscal que, más que eso, se trata de una crisis económica y social como consecuencia del actual modelo colonial.