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Cantinfladas de Trump

Lea la opinión de Alejandro Figueroa

Donald Trump es famoso por sus constantes rabietas que desembocan en diatribas que divulga al mundo utilizando su cuenta de Twitter. En muchas ocasiones, esos episodios consisten en duras críticas a sus propios designados, sean jefes de agencia o asesores de Casa Blanca. Entre estos resaltan sus ataques infantiles contra quien entonces fungía como su secretario de Justicia, Jeff Sessions.

Trump volvió a la carga el pasado miércoles cuando acusó a sus principales oficiales de inteligencia de ser ingenuos en cuanto a Irán, llegando al extremo de sugerir que estos debían “regresar a la escuela” a tomar unas clasecitas.  Este más reciente episodio, más que otra muestra de falta de lealtad a su equipo de trabajo y sus más cercanos colaboradores o carencia de decoro, fue una prueba de que a este presidente no le interesa la veracidad de la información en la medida en que esta no se amolde a su percepción del mundo. Esto pone en precario la política exterior estadounidense, que ya ha quedado en entredicho por varias acciones precipitadas y desinformaras del presidente, siendo la más reciente su anuncio impulsivo de que retiraba a 2,000 soldados de Siria.

El martes, el director de Inteligencia Nacional, Dan Coats, la directora de la CIA, Gina Haspel, y el director del FBI, Christopher A. Wray, todos nombrados por Trump, se encontraban entre los funcionarios que declararon ante el Comité de Inteligencia del Senado sobre su reciente “Worldwide Threat Assessment”. El análisis provisto por los oficiales de inteligencia discrepó de los bullets de propaganda de Trump.

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Por ejemplo, Coats declaró que Irán “no está realizando actualmente las actividades que se consideran necesarias para producir un dispositivo nuclear” y que continúa implementando el acuerdo internacional de 2015 del cual Trump retiró a Estados Unidos en mayo de 2018. Trump, por su parte, había llamado al acuerdo “el peor trato jamás negociado”.

Coats culpó a Irán por participar en actividades de espionaje cibernético, violar sus obligaciones bajo la Convención de Armas Químicas y construir misiles balísticos que “continúan siendo una amenaza para los países de Medio Oriente”. Pero esa crítica no apaciguó a Trump, quien se opuso a la Comunidad de Inteligencia en Twitter por ser “extremadamente pasiva e ingenua cuando se trata de los peligros de Irán. ¡Están equivocados!”

Irán no fue el único tema en el que los jefes de Inteligencia se expresaron en desacuerdo con la visión del mundo de Trump. El presidente ha promocionado el éxito de su diplomacia nuclear con Kim Jong-Un, de Corea del Norte, con quien tiene previsto reunirse por segunda vez el próximo mes. Pero Coats dijo que la Comunidad de Inteligencia sigue creyendo que “Corea del Norte es poco probable que renuncie a todas sus armas nucleares y sus capacidades de producción, incluso cuando trata de negociar pasos de desnuclearización parciales para obtener concesiones estadounidenses e internacionales”.

Finalmente, el informe de Coats predijo que “los esfuerzos de Rusia en las redes sociales continuarán centrándose en agravar las tensiones sociales y raciales, minando la confianza en las autoridades y criticando a los políticos que perciben como anti-Rusia”, mientras buscan formas nuevas y más específicas de influir en la política y las elecciones de EE. UU.

Trump, por supuesto, ha intentado, por todos los medios, de desmentir el hallazgo de la Comunidad de Inteligencia, de que Rusia trató de influir a su favor en las elecciones presidenciales de 2016. En una cumbre con el presidente ruso Vladimir Putin en Helsinki en julio, Trump dijo la famosa frase: “Mi gente vino a mí, Dan Coats vino a mí y a otros y me dijo que creen que es Rusia”. Tengo al presidente Putin. Él acaba de decir que no es Rusia. Yo diré esto. No veo ninguna razón por la cual Rusia habría intervenido”.

Aunque otros funcionarios de la administración, incluido el vicepresidente Mike Pence, han sido duramente críticos con Rusia, el presidente ha sido extrañamente reacio a criticar a Putin. Una explicación plausible es que Trump cree que criticar a Rusia, especialmente en relación con la interferencia electoral, es socavar la validez de su propia victoria.

Por lo tanto, el verdadero problema no es que Trump menosprecie a sus propios oficiales de Inteligencia y menoscabe la confianza del pueblo norteamericano en las agencias de Inteligencia, aunque tal comportamiento es mezquino y resta prestigio a la presidencia. El problema más grave es que el presidente, por razones arraigadas en el egoísmo, parece no estar dispuesto a escuchar cualquier información que pueda requerirle aceptar un error de juicio o reconsiderar una opinión previa. En algún momento, la negativa a enfrentarse a la realidad podría dar paso en una acción o inacción con consecuencias graves.

Las agencias de Inteligencia no siempre lo hacen bien. Estas quedaron trágicamente desprestigiadas cuando se supo que los Estados Unidos desató la guerra en Irak basándose, en parte, en información errónea sobre si Saddam Hussein poseía armas de destrucción masiva (un ejemplo que citó el propio Trump).

Pero así como un presidente no debe aceptar sin cuestionamiento alguno las conclusiones de la Comunidad de Inteligencia, tampoco debe rechazarlas solo porque reconocer la verdad podría dañar su ego o forzarlo a replantearse sus ideas preconcebidas. Tal vez sea el presidente y no sus asesores quien necesita volver a la escuela.

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