Héctor Pesquera no es el problema principal de lo que está pasando en Puerto Rico. Sí representa una distracción mientras no acepte que hay una crisis de seguridad pública en el país.
Quizás las estadísticas le den la razón a Pesquera sobre una reducción en ciertos delitos, incluidos los asesinatos, pero mientras la gente se sienta insegura de salir a las calles, hay crisis y, como tal, tiene que tratarse el problema.
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Si miramos el récord de la historia reciente, podemos darnos cuenta de que personalizar el problema en un jefe de agencia no ha resultado en grandes avances. Podemos comenzar a mencionar a jefes de la Policía en los últimos 20 años: Pierre Vivoni, Victor Rivera, José Figueroa
Sancha, Pedro Toledo, James Tuller, Michelle Hernández, Emilio Díaz Colón, José Caldero y tantos otros. ¿Alguno ha representado una solución al problema que enfrenta Puerto Rico? No. Peor aún, si miramos el récord de los últimos 45 años en Puerto Rico, vemos a los gobernadores puertorriqueños planteando los mismos problemas una y otra vez, con uno que otro estribillo proselitista distinto, pero lo mismo, lo mismo, como decía aquel viejo anuncio.
En 1974, vimos a Rafael Hernández Colón hablar en un mensaje de Estado sobre la necesidad de agilizar el procesamiento de los casos criminales.
En los ochenta, Romero Barceló hablaba de reclutar más policías. En la década del noventa, vino la Mano Dura Contra el Crimen, de Pedro Rosselló, que implicaba la militarización de los caseríos y que redundó en una relocalización de los focos criminales en la isla.
Los cuatro gobernadores anteriores al actual hablaban esencialmente de aumentar la fuerza policial y otorgarle más recursos.
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Esta semana escuchamos de nuevo a un gobernante lanzar, desde el podio de La Fortaleza, amenazas a los criminales de que no habría tregua.
Ya sabemos, cuatro décadas después, que eso no funciona.
Por lo tanto, hablar de cumbres y botar jefes de agencias es trivializar la discusión.
El problema del crimen en Puerto Rico está requete estudiado.
Basta con que cualquier burócrata entre en cualquier universidad, desde la más prestigiosa hasta la menos, para encontrar algún escrito sobre las causas del problema y cómo enfrentarlo. Lo encontrará.
Todos se resumen en unos puntos centrales: educación buena y accesible, crear una economía fuerte que cree empleos de calidad y sostenibles, fortalecer el esclarecimiento de los crímenes evitando la impunidad y sí, darle más recursos y mejorar las condiciones laborales de los policías.
Todo lo demás son elementos accesorios que nos entretienen hasta que esta ola criminal recese. Cuando la próxima ola cíclica nos enfrente, volveremos a proponer las mismas soluciones cosméticas y continuaremos en el círculo vicioso en el que hemos estado por más de tres generaciones.
Botar a Pesquera podría representar un alivio operacional, pero no resolverá el problema. En un par de meses, los mismos grupos estarán reclamando la destitución del próximo jefe de la Policía y la memoria corta no nos dejará salir del hoyo.