Lecciones de un bonsái

Muchos de ustedes posiblemente han visto ejemplos del arte del bonsái.  Es una técnica asiática milenaria a través de la cual se crean versiones en miniatura de ciertos árboles.

A través de técnicas de poda, algunas sumamente sofisticadas, el artista del bonsái debe lograr que la versión miniatura del árbol mantenga todas las características del original. 

Pero claro, como todo en la vida, los seres humanos interpretamos aquello que vemos de acuerdo con nuestro propio cristal.  Eso fue lo que llevó a una buena amiga a utilizar el bonsái como tema para un escrito de corte motivador dirigido a los jóvenes de su iglesia.  Su mensaje comenzaba con las siguientes palabras: “Yo no quiero ser un bonsái porque necesito crecer, no le voy a permitir a nadie ni a ninguna circunstancia que tronche mi crecimiento espiritual”. Y continuaba describiendo las virtudes de crecer con raíces fuertes, como un árbol que aspira a llegar a “lo más alto”.  Para qué fue aquello.

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Ella no sabía que uno de los líderes de su iglesia, a quien apenas comenzaba a conocer, practicaba el arte del bonsái.  El escrito, por supuesto, no le hizo mucha gracia al hombre, así que el primer encuentro entre ellos fue dificilito. Él intentó explicarle que el arte del bonsái es casi una técnica de contemplación que ayuda a que una persona desarrolle paciencia y paz, además de una conexión íntima con la naturaleza. Lo que para él era una casi una práctica espiritual, para ella era el símbolo del intento de tronchar el crecimiento de un ser viviente robándole su capacidad de alcanzar su máximo potencial.

Aunque de ese encuentro han pasado años y hoy a mi amiga y al líder de su iglesia los unen lazos de respeto mutuo, cada uno sigue pensando igual. Y lo cierto es que ambos tienen su punto. La clave de su éxito como seres espirituales ha sido respetar esas diferencias y enfocarse en lo que tienen en común: el servicio y la fe.  Piensa en el bonsái cada vez que te encuentres con opiniones disidentes y procura buscar el equilibrio.